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El medio de comunicación más cercano

«La audiencia siempre ha sido parte activa de la radio. Diríamos que esa participación forma parte del ADN del medio o, de manera más tajante, que sin la presencia de la audiencia la radio no tendría sentido»

JESÚS DÍAZ DEL CAMPO LOZANO PROFESOR DE COMUNICACIÓN RADIOFÓNICA EN LA UNIR

Domingo, 19 de febrero 2017, 23:45

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Marshall McLuhan

Mucho antes de que existieran las redes sociales, los foros, los chats, los comentarios en las páginas web o cualesquiera otros instrumentos de la denominada web 2.0, esos que tanto nos hacen hablar últimamente de cambio de paradigma, de comunicación bidireccional o de protagonismo activo de las audiencias, ya existía un medio que, aunque con técnicas, instrumentos y canales mucho más sencillos, posibilitaba esa participación y la convertía en una de las claves de su éxito.

Y es que la audiencia siempre ha sido parte activa de la radio. Diríamos que esa participación forma parte del ADN del medio o, de manera más tajante, que sin la presencia de la audiencia, la radio, simplemente, no tendría sentido. Ya sea a través de las cartas postales, de las llamadas telefónicas, de las dedicatorias musicales o de los consultorios de todo tipo, no ha habido programa radiofónico que se precie que no haya contado, de una manera u otra, con la presencia de sus oyentes como uno de los elementos destacados dentro de su parrilla de contenidos.

De ahí que McLuhan clasificara con acierto como «medio caliente» a la radio. No en vano sus mensajes, lanzados a través de las ondas y recibidos por los clásicos transistores, construían todo un universo que además sirvió, durante muchos años, como un vehículo para crear comunidad y para ayudar a la integración social. Tal y como nos muestra la película «Historias de la radio», cuando el maestro se presenta a un concurso con el loable objetivo de ayudar a uno de sus alumnos y los habitantes del pueblo en el que se reside se concentran en la plaza para escuchar el desarrollo de la prueba, o como también podemos ver en otra escena tantas veces recreada por el cine y la televisión, en esas reuniones en el patio de vecinos para escuchar la radionovela, la radio constituía ese elemento integrador.

Por eso, cuando las cadenas de televisión o las cabeceras de prensa escrita, utilizando los nuevos soportes digitales como páginas web o redes sociales, hablan de «crear comunidad», en realidad están recorriendo un camino ya andado por la radio: cuántos programas y cuántos locutores en la historia de la radio han creado toda una «red social» de oyentes y una «comunidad» de seguidores, dispersos geográficamente, que ni siquiera se conocían personalmente, pero que, sin saberlo, compartían una cita diaria, una sana afición, una costumbre muy arraigada: su apego por una cadena, un programa, una sintonía o una voz, la de su locutor o locutora de referencia, que les llevaban a contar los minutos y los segundos hasta que sonaran las señales horarias y comenzara una nueva edición de su espacio favorito.

Es ahí precisamente donde reside la tantas veces traída a colación «magia de la radio», ese medio que informa, que entretiene, y que te acompaña con toda naturalidad en tus quehaceres cotidianos. Ese medio que hace de la necesidad, virtud, y que convierte la carencia de imagen en su mejor aliado estratégico al explotar al máximo las virtudes de la voz y los sonidos, de la música y de los efectos sonoros, creando una combinación que se adentra en la imaginación del que escucha. Y es que es tal la cercanía que logran algunos de estos programas que, por momentos, parece que el locutor esté a tu lado, hablándote al oído.

Mucho se debate en los últimos tiempos sobre el futuro de la radio. La irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación han modificado este paisaje, por supuesto, y obligan a una renovación que trasciende a muchos ámbitos. Está claro que el futuro -o el presente- es digital y que toca reinventarse otra vez. Tampoco en eso es nueva la radio, que ya pasó por un proceso similar y recibió los pronósticos fatalistas de los agoreros tras la aparición de la televisión (recuérdese, si no, el hit ochentero «» de The Buggles). Pero creo que, en ningún caso, esos cambios deberían llevar a modificar sustancialmente la esencia de la radio. El , el , la radio a la carta o los nuevos sistemas de medición de audiencias marcarán sin duda ese futuro, pero ninguno de ellos debería ir en detrimento de las claves que han marcado la historia del medio radiofónico y que constituyen la clave de su éxito: cercanía, espontaneidad, frescura, protagonismo de la audiencia, creatividad. En suma, una radio de calidad. ¡Feliz Día Mundial de la Radio!

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