Borrar
EL BISTURÍ

El Gran Mono en su jaula

FERNANDO SÁEZ ALDANA

Miércoles, 15 de febrero 2017, 23:31

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

(Henry-Louis Mencken)

Quizá sea pronto para certificarlo pero se acumulan los indicios de que Donald J. Trump es un peligro planetario. Desde luego, que el presiente de la primera potencia sea incompetente en el fondo y zafio en las formas no augura nada bueno para nadie. Muchos incrédulos se preguntan cómo es posible que semejante patán haya conquistado la cima del poder mundial, pero la respuesta es desoladoramente obvia: porque ha sido elegido en unas elecciones democráticas, aunque con peros: casi la mitad de los electores no votaron y la Clinton obtuvo tres millones de votos populares más que Trump, quien resultó elegido con el voto de un exiguo 27% del censo electoral. Sólo uno de cada cinco estadounidenses y de cada cuatro con derecho a votar lo hicieron por este magnate que ofrece una de las caras más duras del poliedro populista.

Este hombre es tan mal político que, lejos de olvidarse de las promesas electorales que le dieron la Presidencia, las está cumpliendo con atropellamiento, lo que demuestra que en los mítines no trataba de engañar, y eso hay que reconocérselo. Pero, si su gestión resultara tan desastrosa como promete, la culpa no será tanto suya como del sistema que primero permitió a este individuo presentarse a las elecciones y después ganarlas con la cuarta parte de los votos posibles. Me gustaría saber cuántos de los cien millones de electores que el 8 de noviembre se quedaron en casa lamentan ahora tenerlo de 'comandante en jefe'.

No discutiré que el sistema democrático siga siendo el menos malo pero aquí y allá adolece de graves fallos que pueden volverlo incluso peligroso para los ciudadanos, entre los que destacaría la manifiesta incompetencia de muchos aspirantes a gobernar y que encima puedan ser elegidos por una gran minoría. El primero se enmendaría exigiéndoles superar una prueba de idoneidad para el cargo (proceso que debería comenzar en las elecciones de candidatos por sus partidos) y el segundo obligando a la gente a votar, de modo que nadie pudiera gobernar sin el apoyo de la mayoría del censo electoral. Ello quizás invalidaría la penosa pero tantas veces acertada cita que encabeza este artículo. Mientras no sea así, y actualizando otra reflexión que el agudo Mencken nos dejó hace ya un siglo, la democracia seguirá siendo el sistema de gobierno en el cual el pueblo, pudiendo optar entre 240 millones de ciudadanos, muchos incluso inteligentes, eligen presidente a un Donald Trump. O, lo cito textualmente, «el arte y la ciencia de dirigir un circo desde la jaula de los monos».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios