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La realidad

Hay épocas de apoteosis y periodos de calma chicha, pero el caos del presente nunca decepciona como espectáculo de masas

FELIPE BENÍTEZ REYES

Viernes, 10 de febrero 2017, 23:59

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Las realidades privadas pueden resultar aburridas o en el mejor de los casos rutinarias, pero creo que estaremos de acuerdo en que la realidad común no defrauda jamás: siempre tiene algo de circo de mil pistas. Hay periodos mejores y peores, como en todo: épocas de apoteosis y periodos de calma chicha, pero el caos del presente nunca decepciona como espectáculo de masas, en especial cuando los actores de ese espectáculo deciden renunciar a los parámetros básicos de la lógica, de la decencia o del sentido común, e incluso a todo eso junto.

No sé, ahí tenemos a Donald Trump, convertido en un presidente tuitero y respondón, en una especie de versión 2.0 de Calígula, aunque el norteamericano no haya tenido la tentación de nombrar cónsul a su caballo -como la tuvo, según Suetonio, el emperador-, al menos de momento, a pesar de haberse apresurado a elegir como asesor a algún que otro mulo. Antes de su triunfo electoral, algunos de nuestros tertulianos televisivos daban por imposible el ascenso de Trump a la presidencia. Una vez consumado ese ascenso, adoptaron un tono condescendiente de «No sean alarmistas. No pasará nada». (Visto lo visto, no sé por qué fase profética andarán.)

Ahí tenemos al PP en pleno poniendo cara colectiva de póquer ante el empeño de la Fiscalía Anticorrupción de reabrir el caso de la caja B del partido, que es menos una caja B que una caja de los truenos, y los truenos no hay quien los silencie.

Ahí tenemos a la cúpula bicéfala de Podemos, cuyo producto estelar consiste en la promesa del remedio instantáneo de los males endémicos del país, aunque el arreglo de sus conflictos internos no parece que vaya a resultar tan instantáneo, a pesar de ser quizá tan prematuros, en especial en una formación que alardea de ser una fábrica de amor y, en consecuencia, de ser sexy, ese concepto político que se había cubierto de polvo en nuestro subconsciente colectivo desde los tiempos en que Felipe González exhibía en los carteles electorales sus labios de 'latin lover'.

Ahí tenemos a los dirigentes de la antigua CiU quejándose de que las detenciones de algunos de sus cabecillas por el asunto del 3% (al parecer con aumentos ocasionales al 7%) no es una actuación judicial, sino un ataque a Cataluña, consumado el mismo día en que el TSJ decidió investigar al presidente de la Comunidad Murciana por otro presunto caso de corrupción, lo que, en una secuencia lógica, pudiera interpretarse como otro ataque a Cataluña, aunque llevado a cabo desde la tierra que la proveyó de charnegos.

No sé. Lo que les decía: la realidad común nunca decepciona, posiblemente porque constituye por sí misma una decepción continua, y el decepcionado tiene mucho terreno ganado en el campo de las decepciones: casi nada le pilla por sorpresa. Y en esas estamos.

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