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CAUTIVO Y DESARMADO

NOS LA CUELAN

PABLO ÁLVAREZ

Jueves, 2 de febrero 2017, 00:10

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Partamos de una evidencia: a todos nos la pueden colar. A uno le pillan con la guardia por los tobillos y se la lían. A veces con la intención de echar unas risas (ojalá fuera así siempre) y otras con más aviesos intereses.

Pero la cosa, señores, se está desmadrando por obra y gracia de Facebook. También de Twitter, pero yo diría que menos: parece como que el terreno allí está menos abonado. Porque lo del Caralibro empieza a ser (lo es, en realidad, tiempo ha) de juzgado de guardia. Es materialmente imposible darse un paseo por allí sin encontrarse con media docena de bulos de ésos que corren de cuenta en cuenta.

Noticias que son más evidentemente falsas que un billete de siete euros, y que pese a ello docenas de personas no sólo se tragan sino que, tras adosarle un par de caritas sonrientes o indignadas, comentan y rebotan. Y la rueda de la mentira gira.

Algunas de esas bolas son, digamos, inocentes. Por ejemplo, ya he visto media docena de veces la noticia de que los canales de Venecia se han congelado este año «por primera vez en la historia». Mentira cochina, claro.

Ignoro cuál es el propósito de alguien que escribe esa tontada mentirosa, y casi que me da igual. Pero hay otros casos menos inocuos. Hay quien nos cuela su ideario extremista por vía de la mentira (no, de verdad, a los inmigrantes no les dan casa y mil euros en cuanto pisan España) y de esos polvos vienen luego lodos como los de Trump: la gente se acostumbra tanto a creer mentiras que al final acaba por no ser capaz de distinguir a un mentiroso. E incluso termina votándole.

Y lo triste es que casi siempre basta una mínima búsqueda en Google para destapar la mentira. Pero si ni eso hacemos, no nos quejemos si al final nos la cuelan. Será culpa nuestra.

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