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QUE QUEDE ENTRE NOSOTROS

Vivir más y mejor

MAYTE CIRIZA

Martes, 24 de enero 2017, 23:47

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Ante un vaso con agua hasta la mitad, como se cuenta habitualmente, el pesimista dice que está medio vacío y el optimista que está medio lleno, pero no se incluye al que ante ese mismo vaso exclama: «¡Un vaso!, ¡no me lo puedo creer! ¡un vaso!». Ese es el optimista de verdad, al otro podríamos llamarlo sencillamente realista.

Cuando nos encontramos con alguien y le preguntamos al saludarle ¿qué tal?, la contestación más habitual es «no me puedo quejar», «podría ser peor», «bien, sin entrar en detalles» o «bueno, ahí vamos». Raro es el que, como mi amigo Víctor, dice: «Entre muy bien y excelente». El optimismo en nuestro país no está bien visto, vende más la queja, se lleva más resaltar lo negativo.

En España, por ejemplo, las redes sociales se usan sobre todo para expresar quejas, críticas o visiones negativas, mucho menos para elogiar a alguien, resaltar lo positivo o dar las gracias por algo que nos ha gustado. Vivimos en la cultura de la queja. Como decía Rojas Marcos hace unos días, «en España, ser positivo tiene mala prensa y se exhibe la queja». Sin embargo, lo que necesitamos para avanzar es centrarnos en los aspectos positivos, porque las quejas son un agujero negro por donde se escapa la energía.

Por eso hay que reivindicar el optimismo, el optimismo inteligente, sensato, que no hay que confundir con la ingenuidad. Como dijo Eric Kim, «ser optimista no significa estar siempre alegre, los optimistas son los que creen que pasarán cosas buenas en el futuro». El tener esperanza, el pensar de forma positiva hace que tus defensas se refuercen, se fortalezcan. Los optimistas tienen menos estrés, por tanto son más eficaces, no anticipan el futuro con angustia y de esta manera son más resilientes, no se dan por vencidos, se adaptan mejor a las situaciones y obtienen mejores resultados.

Esto que siempre hemos sabido, ahora lo han demostrado los investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard: el optimismo tiene un impacto directo sobre la salud y, así, las personas optimistas tienen un 52% menos de riesgo de morir de infección, un 39% menos por ictus, un 38% por enfermedades cardíacas o respiratorias y un 16% menos por cáncer.

La perseverancia, el entusiasmo, la esperanza, la fuerza mental, la confianza en uno mismo, la pasión por lo que se hace, todo eso que forma el optimismo, nos hace más felices. El optimista no solo nace, sino que también se hace, se puede aprender a serlo. El optimismo es una de las armas más poderosas que tenemos para vivir más y mejor.

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