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A Iglesias se le va la olla

Se constata cómo cada día más gente cala a esta mezcla de caudillo y cursilería

JOSÉ MARÍA CALLEJA

Jueves, 12 de enero 2017, 23:50

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La imagen de Pablo Iglesias hablándole a un tronco -no a un colega, tron, a un tronco de madera-, refleja un nivel de pérdida de contacto con la realidad que viene a conocerse en la literatura, no necesariamente científica, como 'ida de olla'. Las ya cansinas referencias a las series, en este caso una muy anterior a la generación del rapsoda, se han pasado con ese fuego de campamento de fondo y ese monólogo, modo besugo.

Acababa Errejón de quejarse porque los seguidores del gran timonel Iglesias le habían amargado la Nochebuena con aquel banderín de enganche: «Íñigo, así no». Una advertencia que es la antesala del infierno, que le construye como enemigo interno y que abre barra libre para que el pelotón de fusilamiento digital, tan engrasado en Podemos, zahiera al iconoclasta hasta presentarle poco menos que como un egregio representante del Ibex.

Los corifeos de Iglesias emiten machaconamente una consigna que asocia el destino del partido al destino del personaje. Dicen que si cae Iglesias cae Podemos, y suena a que si cae el subcomandante Marcos (el comandante es la gente, ¿se acuerdan?) cae la Candona. Ese caudillismo se presenta orlado de cursilería, especialmente por gente como Monedero, que dijo que el día que murió Chavez en Venezuela se lloró un Orinoco y que aquí no acaba de cogerle el punto al Manzanares como fuente de metáforas.

El caso es que la lucha de clases en el seno del partido que vive Podemos tiene un nuevo ingrediente que ve posibilidad de hacerse un hueco: los llamados Anticapitalistas. Ya se han beneficiado en la Asamblea de Madrid de la purga puesta en marcha por el detentador de tres cargos, Ramón Espinar, que la víspera de Nochebuena depuró a José Manuel López. López es un político que venía de trabajar en Cáritas, en el máximo contacto que cabe imaginar con los sectores más perjudicados de la sociedad y al que Espinar ni le habla.

En tiempo récord, Podemos ha reeditado las luchas cainitas que acabaron por desangrar a IU en Madrid y se convirtieron en seña de identidad de la coalición. No deja de resultar curioso el nivel de pesadumbre que se detecta en aquellos que han construido al partido de Iglesias, lo han entronizado y que ahora se avergüenzan de ver esa pieza en la que Iglesias mira a cámara con la fogata a la espalda y hace como que habla con un tronco de árbol. Ida de olla.

De aquí al congreso de febrero podemos ver aún piezas más delirantes y asistiremos, seguro, a un recrudecimiento de esa lucha a garrotazos que se ha empezado a jugar con saña en Madrid y ha provocado ya un enorme deterioro en las relaciones personales de los contrincantes. Mientras, se constata cómo cada día más gente ha calado ya a esta mezcla de caudillo y cursilería.

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