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Mentiras sostenibles

JULIA CIBRIÁN

Lunes, 9 de enero 2017, 23:52

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Hoy es uno de esos días nuevos acogido al regalo verbal y laico del buen rollito navideño, varita mágica que deja los milagros de Lourdes en chapuza de feria. Las encuestas certifican que estos días son nuevos y plagados de tesoros. Lo traidor es que el día se gasta enseguida, se hace viejo en un pispás, hijo de sí mismo, conserva el parecido familiar pero rara vez mejora de talla. El tiempo miente más que habla, todo lo cura, lo malo se olvida, todo pasa. Dice un poeta que «el tiempo parece un barco que, una vez perdida el ancla, vaga a la deriva por la extensa superficie del mar». Los poetas dejan en las corrientes marinas botellas llenas de mentiras sostenibles que se pescan en las playas de verano. Ayer la mayoría de la población ganaba para comer, merendar y alguna que otra cenorra a cuenta del salario medio, que cada día es más salario mínimo. Sólo la lotería corporeiza las mejores intenciones y existe, no es mentira. Sin tanto sofoco, las buenas intenciones y la mejor voluntad también cambian las cosas. Son mentiras sostenibles. Alimentos bajos en calorías, champanes sin alcohol, chocolates sin azúcares añadidos (el azúcar de plantilla es polizón incontrolable), lechugas ecológicas a precio justo, justo el doble, bancos sin comisiones.

Pasadas estas fechas, las cosas cambian, es decir, regresan a su envejecimiento precoz, al cabreo social, a la voz agrietada por la rabia de las malas mares, a los videojuegos y culebrones políticos. Pablo Iglesias volverá a amar a Íñigo Errejón, hoy más que ayer, porque el amor de ayer ya es leyenda, leyenda negra; los de Podemos cuando besan, besan como Carmen la de Ronda, con la faca entre la faja. También ama Rajoy más que ayer al fantasma de Pedro Sánchez, negro por el carbón que cada día dejan sus negros alquimistas convocando la resurrección del Pablo Iglesias de sus ancestros. Ciegos de purismo no ven que ya está aquí, ha resucitado con coleta de Cristo y coletilla de animador circense, Pablo Manuel Iglesias Turrión, el mejor fantasma de sí mismo y de unos cuantos antecesores y predecesores. Qué buen señor si hubiera dóciles vasallos, los principios son como la materia, como el materialismo dialéctico, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, en androides, pactos sorpresa, referendos, gestoras, congresos generales muy particulares, urnas móviles por si el viento de la historia vuelve a soplar para adentro.

Las mentiras sostenibles de más peso, a tonelada el milímetro, son las de las obras públicas. La carretera 232 en La Rioja no precisa desdoblamientos, es un mal aire, que según un alto cargo del sector pillan los conductores al salir de Tudela, el síndrome de Manolete, si no saben torear camiones pa que se meten. La autopista es privada por carácter, como el sacerdocio o el matrimonio canónico. Aragón enhebrará en su 232 otra autovía a las que ya conectan sus caballerescas poblaciones. La Rioja seguirá siendo la única comunidad autónoma española -y mira que es española española- sin más autovía que el cachito llamado de El Camino. Otra mentira sostenible, faltan casi veinte kilómetros desde Santo Domingo de la Calzada hasta el letrero de bienvenida a Castilla y León. Quienes durante las obras lo vieron creyeron que era verdad total, los terrenos se aplanaron y se cubrieron con auténtico galipó. Hoy son un monumento horizontal a las malas hierbas, a la incompetencia interesada y a la mentira política. Como el tren de alta velocidad, el soterramiento, los embalses de aguas menores.

¿El mundo empeora? La mentira sostenible está en los datos: se vive muchííííísimo mejor: el sueldo de los directivos se ha incrementado en un 9%, prácticamente lo mismo que el salario mínimo, que va a ser del 8%. No se puede pedir más. Por lo menos hasta el próximo año nuevo.

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