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Podemos: ¿tornado  o maripajuela?

Podemos: ¿tornado o maripajuela?

«¿Qué ha ocurrido para que Podemos haya sufrido este frenazo? En mi opinión es un problema de estrategia política y también de formas»

ALONSO CHÁVARRI

Jueves, 15 de diciembre 2016, 11:15

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Hemos de reconocer que la llegada de Podemos a la vida política nacional parecía un tornado, capaz de llevarse por delante las costumbres políticas establecidas, no sólo las que estaban acabando con la paciencia de los españoles: corrupción, puertas giratorias, falta de democracia interna en los partidos, etc., sino también las normas de comportamiento político que el tiempo había hecho costumbre, como la vestimenta en el Congreso de los Diputados, las formas parlamentarias, el trato personal, etc.; y este gran tornado parecía que iba a acabar, no sólo con el bipartidismo, con el que sí ha acabado, sino también con los políticos de la vieja guardia, que ellos llamaban la casta, y que iba a proporcionar a Podemos una mayoría suficiente para gobernar y hacer los cambios que tanto ilusionaban a parte de la sociedad española; sin embargo, aquel intenso tornado, que devoraba todo lo que se ponía a su paso y lo lanzaba por los aires, ha ido perdiendo fuerza y parece que va a acabar transformado en una pequeña maripajuela que apenas será capaz de mover un par de sillas a su paso.

¿Qué ha ocurrido para que Podemos haya sufrido este frenazo? En mi opinión es un problema de estrategia política y también de formas. Parece que Podemos está intentado contentar a su ala izquierda, sin caer en la cuenta de que el caladero de votos está a su derecha. Ese ala izquierda, los llamados anticapitalistas, asustan a los votantes; ya el nombre suena a terrorismo, pues hubo comandos con ese nombre, y se les asocia, con razón o sin ella, con algaradas que no gustan a esos votantes a los que han de convencer, si quieren gobernar. Lo curioso es que el frenazo sufrido no parece deberse a un problema ideológico, sino de formas, esas formas de comportarse que les hacen abandonar el Congreso, cuando algo no les gusta, o tener que demostrar siempre que son otra cosa. A mi me recuerdan mucho a aquellos estudiantes de los años setenta, en vida del dictador, que gritábamos en la universidad complutense, contra cualquier cosa, y no me parece demasiado serio trasladarlo ahora al Congreso de los Diputados.

En Podemos, algunos se están embarcando en asuntos intrascendentes, como pedir la supresión de villancicos, no asistir a recepciones oficiales o a desfiles militares, o en indefiniciones que producen extrañeza, como en los sucesos de Alsasua... Y es una pena, porque las reformas sociales que podrían hacer se van a quedar en el tintero por unas actitudes que asustan o no gustan a los votantes que necesitarían. Sí, mucho me temo que, si siguen imponiéndose las formas de los anticapitalistas sobre las de los errejonistas, aquel tornado se quede definitivamente en una mediocre maripajuela.

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