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«La vida sigue en Las Ramblas»

«La vida sigue en Las Ramblas»

24 horas después del atentado recorremos el paseo catalán, que trata de recuperar el pulso tras la tragedia

MARÍA EUGENIA ALONSO

Sábado, 19 de agosto 2017, 00:44

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barcelona. Son las 17.00 horas. Centenares de personas pasean bajo un sol de justicia por la plaza de Cataluña camino de Las Ramblas, el corazón turístico de Barcelona. Rostros tristes y caras que reflejan la conmoción por lo sucedido se van adentrando con cautela en el popular boulevard. Observan un altar improvisado con velas, flores y numerosos mensajes en recuerdo a las víctimas del atentado que sufrió la ciudad este jueves y que costó la vida a catorce personas y dejó un centenar de heridos.

Las Ramblas esta tarde tienen una imagen bien distinta, los puestos a un lado y al otro permanecen cerrados. Un furgón policial y dos mossos armados taponan el acceso al céntrico paseo por donde el terrorista accedió 24 horas antes. «Entró por aquí, rodeó la farola y comenzó el horror», explican. En ese momento, una furgoneta blanca con el logo de Telefurgo, similar a la utilizada por los terroristas, sube por uno de los laterales de la calle. Hace tan solo dos horas que se ha reabierto al tráfico. Casi nadie se da cuenta. Los que lo hacen, siguen al vehículo con la mirada pero prefieren callar.

  • Dolor

En el inicio del recorrido mortal, que duró apenas 600 metros, se encuentra el quiosco de prensa de Alberto. «Los chicos que estaban ayer aquí trabajando están destrozados», cuenta. Uno de ellos trató de reanimar a una mujer que murió poco después en sus brazos. Esta mañana volverá a subir las persianas de su negocio «porque la vida sigue» y «no van a poder acabar con nosotros», dice emocionado mientras se despide de uno de los vecinos habituales del barrio al grito de «¡Viva La Rambla!».

«Creímos oír disparos y eran los golpes secos de la gente chocando contra la furgoneta» «En dos semanas esto se habrá pasado, pero nosotros no lo olvidaremos»

A la altura de la fuente de Canaletas, donde los seguidores del Barça celebran sus triunfos, un hombre con la camiseta del club blaugrana enciende una vela mientras una mujer se seca las lágrimas. El silencio se rompe cuando un hombre increpa a otro que no para de hacer fotos con el móvil. «Aquí hay muertos y ustedes sacando fotitos». La tensión se palpa en el ambiente. «Aún durará días», reconoce Alex Arumi. Es el dueño de la heladería La Nocciola, de los pocos locales que ha reabierto. «Las chicas que estaban ayer trabajando tienen el día libre. Lo han pasado muy mal», reconoce. Afortunadamente en ese tramo la furgoneta se fue hacia la derecha y los viandantes consiguieron esquivar al vehículo que bajó zigzagueando a toda velocidad.

Tan solo unos metros más abajo está el puesto de zumos en el que Badreddine El-Badri trabaja. Estaba montando los expositores con su compañera cuando empezaron a oír los gritos. Asustados se refugiaron en el interior y vieron bajar al vehículo de los terroristas como una exhalación y llevarse por delante a una pareja de turistas franceses. «Él tenía la pierna rota y ella gritaba de dolor. Le toqué la espalda y se le movían las costillas», detalla.

Junto a un guardia urbano ayudó a trasladar a los heridos hasta el Liceo para ser atendidos. A su recorrido, «había cuerpos a la derecha y a la izquierda». Terminó refugiado en una de las tiendas colindantes hasta bien entrada la madrugada. Pese al «horror» vivido, ayer se paseó ocho veces de arriba abajo por este céntrico paseo catalán. «Lo más bonito -insiste- es que Las Ramblas estén otra vez llenas».

«Yo no tengo miedo»

Un grupo de turistas italianos se para a pocos metros. Inmortalizan con sus móviles los restos del horror y no muestran signos de estar disfrutando de Barcelona como lo hubieran hecho apenas horas atrás. Dos ancianos les siguen atentos. «Yo no tengo miedo», dice uno de ellos. «Yo tampoco», le responde el otro. Justo enfrente, un puesto de venta de entradas y recorridos turísticos está lleno de post-it de colores. Mensajes de ánimo, signos de la paz, y crespones negros para recordar la barbarie. Estefanía y Paola, dos de sus empleadas, tardarán tiempo en olvidar; mejor dicho, en amortiguar el dolor. «Era como un tsunami de gente -explican- con sonidos secos de fondo. Pensamos que eran disparos, cuando nos dimos cuenta era el impacto de la gente contra el vehículo». Iba zigzagueando. En el suelo todavía se perciben las rodadas.

El Mercado de la Boquería no ha abierto por seguridad y como él algunas de las tiendas y cafeterías aledañas. El puesto de flores de José tampoco lo ha hecho. La tragedia está muy reciente. «De reojo vi una cosa blanca que iba a toda velocidad y se llevó todo por delante». Bajó la persiana y cuando la volvió a abrir vio extendido en el suelo dos cuerpos cubiertos.

La furgoneta acabó estrellándose a escasos metros en uno de los quioscos de prensa del boulevard. Fue el que se llevó la peor parte y con él los clientes que en ese momento estaban comprando. Tras poner orden entre los expositores y las decenas de souvenirs, algunos salpicados con sangre, han reabierto al público. «La vida sigue», dice Fernando, uno de los dos trabajadores. Su compañero Juan remarca que «en dos semanas esto se habrá pasado. Aunque no lo olvidaremos». Mientras, muy cerca, más y más personas siguen depositando en silencio velas sobre el mosaico de Joan Miró, donde terminó el recorrido mortal: «En recuerdo de los inocentes».

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