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C. REINO
BARCELONA.
Martes, 24 de abril 2018, 00:18
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Es ya un clásico en el independentismo catalán comparar al 'malvado' Estado español con el dragón que en la leyenda tenía atemorizados a los habitantes de una ciudad hasta que un caballero de brillante armadura y corcel blanco alzó su espada y lo atravesó. Ayer, en la última celebración de Sant Jordi, patrón de Cataluña y protagonista de la conocida fábula, los secesionistas añadieron al mito dos nuevos elementos: el color amarillo, como aliado del héroe, y el 155, como la encarnación del monstruo al que éste debe dar muerte para liberar a los oprimidos.
«La censura y el exilio» son «algunos de los dragones que a menudo han intentado malograrnos como pueblo», arengó Carles Puigdemont en un discurso difundido a través de la redes sociales. El líder de Junts per Catalunya sigue presentándose como presidente en activo y en esta ocasión su mensaje llegó de la mano del el autodenominado «Govern de la República», pero en realidad en este Sant Jordi no hubo acto institucional alguno.
La festividad tuvo lugar por primera vez desde 1980 sin Gobierno de la Generalitat, después de la disolución del 27 de octubre vía 155. Eso lo convirtió en un día atípico, en el que el secesionismo aprovechó para reivindicar a los dirigentes secesionistas que permanecen en prisión preventiva y a aquellos que se encuentran en el extranjero para eludir la acción de la jusiticia.
El propio Puigdemont felicitó en Twitter a los encarcelados Jordi Turull, Jordi Sànchez y Jordi Cruixart. «Ganaremos vuestra libertad y con ella la del todo el país», escribió.
«Sant Jordi es un símbolo de todos los catalanes -protestó por su parte la íder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, tras visitar la carpa del partido en el Paseo de Gracia-. Espero que ningún partido ni ideología pretenda patrimonializarlo».
El Palau de la Generalitatno acogió en esta ocasión los rituales culturales, políticos y religiosos que acostumbra, aunque abrió sus puertas al público. Y algunas de las personas que acudieron aprovecharon para colocar rosas amarilas, como había pedido JxCat.
Amarillos fueron los lazos que miles de catalanes lucieron en sus solapas, amarillas fueron las rosas que los soberanistas regalaron a sus personas queridas y amarillo fue el mural que las plataformas secesionistas plantaron en el centro de la plaza de Cataluña, el epicentro de la fiesta, para que nadie se olvidara de que el de ayer era un Sant Jordi especial.
También de ese color eran las camisetas que la Policía requisó a los hinchas azulgrana el sábado en el Wanda Metropolitano (en la final de la Copa) y que los independentistas esgrimieron como una afrenta contra el pueblo catalán, que a su juicio debería ser motivo de dimisión del ministro Zoido.
Con todo, un extraterrestre que hubiera aterrizado ayer en Barcelona difícilmente podría haber caído en la cuenta de que la crisis catalana está en su momento álgido, porque la mayoría de la gente vivió relajada y festiva la jornada al margen de la tensión política.
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