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Sánchez y Rajoy se estrechan la mano en el Congreso tras la aprobación ayer de la moción de censura. :: jaime garcía
Sánchez llega a la Moncloa aupado por una mayoría imposible

Sánchez llega a la Moncloa aupado por una mayoría imposible

El líder del PSOE se convierte en el primer presidente que gobernará gracias a una moción de censura

RAMÓN GORRIARÁN

Sábado, 2 de junio 2018, 00:41

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madrid. Fue un apretón de manos sin efusividad alguna y con cara de circunstancias. Pura cortesía. Pedro Sánchez acababa de ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy con 180 votos a favor, 169 en contra y una abstención. Hoy tomará posesión de su cargo ante el rey Felipe VI en el palacio de la Zarzuela. Por primera vez un presidente del Gobierno llega a la Moncloa gracias a una reprobación parlamentaria que hace tres días apenas tenía posibilidades de fructificar. Pero lo hace sustentado en una mayoría imposible de embridar y que apunta a un mandato turbulento y de duración incierta.

Con razón le dijo el portavoz del PNV, Aitor Esteban: «No le arriendo la ganancia» ante el futuro que tiene por delante. El propio Sánchez confesó ayer tras la votación en el Congreso que era «consciente» del «momento político tan complejo» que tiene que afrontar porque nunca un presidente ha gobernado con menos respaldo parlamentario. Está en rotunda minoría con 84 de 350 diputados, no controla la Mesa del Congreso, el PP tiene mayoría absoluta en el Senado, la colaboración de sus socios se presume más que discutible, y populares y Ciudadanos prometen una oposición a cara de perro. Un cuadro que inquietaría al más arrojado, y que el líder socialista pretende manejar con una combinación de «determinación, humildad, consenso y entrega».

Tendrá que apelar a algo más para poner de acuerdo en el Congreso a los once partidos que respaldaron su censura a Rajoy -PSOE, Podemos, Esquerra, PDeCAT, PNV, Izquierda Unida, Compromís, En Comú, En Marea, Bildu y Nueva Canarias-. La alianza más amplia y heterogénea que ha impulsado a un presidente del Gobierno en los 41 años de democracia, una amalgama unida por el objetivo común de desalojar a Rajoy, pero cuyo futuro político, una vez desaparecido el inquilino de la Moncloa, se antoja efímero.

Rajoy subraya en su despedida que «deja una España mejor» que la que se encontró.El líder del PSOE toma hoy posesión de su cargo ante el Rey en el palacio de la Zarzuela.Rivera evita felicitar a Sánchez y anuncia que su partido no pactará nada con los socialistas.

Sin ir más lejos, ayer mismo surgieron las primeras escaramuzas con el empeño de Pablo Iglesias para que Podemos entre en el Gobierno de Sánchez pese a los reiterados avisos de que será monocolor socialista, y con los vetos que presentaron en el Senado Podemos, PDeCAT, Bildu, Esquerra y Compromís a los Presupuestos que Sánchez se ha comprometido a respetar. Vetos que no irán a ninguna parte por el control del PP en la Cámara alta, pero que evidencian la absoluta falta de concierto en el bloque ahora gubernamental.

Sánchez es consciente de que estos desbarajustes pueden ser el pan de cada día con el riesgo de que bloqueen su gestión. Podrá derogar leyes del primer mandato de Rajoy, como la ley mordaza, en la que hay consenso entre socialistas, Podemos y nacionalistas, pero será difícil que impulse nuevas leyes ante los intereses contrapuestos de sus aliados. La primera prueba de fuego llegará en julio con la aprobación del techo de gasto en el Congreso y que no podrá incorporar las alegrías presupuestarias que reclaman Podemos, Compromís y Esquerra si se quieren cumplir los objetivos de déficit que exige Bruselas, metas que Sánchez prometió cumplir en el debate de la censura. Además, no podrá contar con el auxilio en este terreno de Ciudadanos; Albert Rivera le dio calabazas por adelantado, y es casi seguro que tampoco con el del PP.

«Sí se puede»

Pero antes de que lleguen estos quebraderos de cabeza, Sánchez y el PSOE disfrutan de unos días de vino y rosas por el inesperado éxito de la moción. Miembros de la dirección del partido cifraban el martes pasado en 80% las posibilidades de fracaso de la iniciativa y en 20% las de triunfo. Si el resultado fue acogido con lógica alegría por los diputados del PSOE, en Podemos había una euforia desatada. Sus parlamentarios entonaron a todo pulmón en el hemiciclo el «sí se puede» para escarnio de los populares, que con rostros serios y alguna lágrima abandonaban el salón de plenos.

Una emoción alimentada por la despedida de Rajoy desde la tribuna. El censurado presidente del Gobierno, encerrado ocho horas el jueves por la tarde en un restaurante al lado de la Puerta de Alcalá, apareció en el Congreso a las diez y media de la mañana, y pidió intervenir para despedirse sin reproches: «Ha sido un honor dejar una España mejor de la que encontré». Después votó, saludó a Sánchez y con ojos acuosos abandonó el Congreso en medio besos, abrazos y gritos de «presidente» de los suyos. Rajoy y su familia ya no durmieron anoche en la Moncloa. Y lo que es la relatividad del poder, hasta su figura será retirada la próxima semana del Museo de Cera y será reemplazada por la de Sánchez.

La elegante despedida de Rajoy no fue emulada ayer por el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, que en la última jornada del debate protagonizó una intervención desabrida como pocas se han escuchado en la Cámara baja, y denunció que Sánchez llega a la Moncloa de la mano de «los amigos de Maduro, los que quieren romper España y los amigos de ETA». «Hoy ustedes -prosiguió- van a escribir una historia de vergüenza. Abren una nueva etapa según la cual todo vale». La ministra de Defensa y secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, engordó la relación de pronósticos catastrofistas con un lamento: «Lo sentimos por España, francamente».

Renovación del liderazgo

Sánchez respondió a las andanadas populares con palabras entre displicentes y conciliadoras. Mostró su «respeto político» por Rajoy como expresidente del Gobierno, le deseó «lo mejor en lo personal» y defendió que el PP es una organización «enormemente importante» en el sistema, además «no ser un partido corrupto». Pero ahora, añadió, tiene por delante «una ardua tarea», la de «renovar su liderazgo y regenerarse», además de colocar en sus escalones de mando a «dirigentes limpios y ejemplares».

Una labor que puede comenzar el próximo martes con la reunión del comité ejecutivo del PP que ha convocado Rajoy y en la que el líder del partido empezará a despejar su futuro.

Tampoco se mostró conciliador el líder de Ciudadanos, que, a diferencia de Rajoy y también el Rey, no felicitó al nuevo presidente del Gobierno y anunció que «no va a ser posible el acuerdo» en los meses que gobiernen los socialistas. «Empieza -auguró- una etapa de incertidumbre, de debilidad y de inestabilidad».

El líder socialista sabe que Rivera quiere ejercer el papel de líder de la oposición y competirá con los populares para comprobar quién es más duro con los socialistas. Sánchez, sin embargo, consideró que no era el día para exabruptos, ni siquiera al presidente de Ciudadanos, uno de los dirigentes que se ha creado más enemistades en el Congreso en los dos años de legislatura, y que irrita por igual a izquierda y derecha del hemiciclo.

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