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Concentración en Puerta Purchena, en la capital almeriense, donde 12.000 personas guardaron cinco minutos de impresionante silencio. EFE
La esperanza rota en los pueblos de Gabriel

La esperanza rota en los pueblos de Gabriel

Vecinos y familiares arropan a la abuela paterna en la casa que el pequeño abandonó antes de su desaparición

JAVIER MORALES

ALMERÍA.

Lunes, 12 de marzo 2018, 00:37

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El único sonido que en la tarde de ayer puso fondo al dolor fue el del viento. Las Hortichuelas, pueblo de un centenar de habitantes tomado durante días por medios de comunicación y voluntarios, quedó prácticamente desierto conforme empezó a caer la noche. Salvo la casa de la abuela paterna de Gabriel, el domicilio del que salió el chico de ocho años aquel 27 de febrero, cuando se perdió su rastro. Fue uno de los dos epicentros del dolor en la jornada de ayer. El otro, Las Negras, donde el movimiento se limitaba a un perímetro de 20 metros junto a la casa en la que aguardaba la madre de Gabriel.

La esperanza se quebró de súbito en ambos núcleos en cuanto se conoció la noticia, al filo de las dos de la tarde. Conservaban los carteles con la foto de Gabriel y los cientos de bocetos de 'pescaítos' convertidos en símbolo del optimismo. Pero los pocos rostros que se dejaban ver por estas calles enclavadas en Cabo de Gata contrastaban con la sonrisa del niño y el colorido de los dibujos.

Desde primera hora de la tarde, vecinos y familiares empezaron a congregarse en la casa de la abuela paterna, en una finca vallada a la que se accede por un carril de tierra a través del cual Gabriel debió llegar a la casa de sus primos aquel trágico martes. El mismo itinerario que transitó un grupo de psicólogas para apaciguar la rabia en esta vivienda.

Ningún vecino sospechó de la detenida hasta que encontró la camiseta del niño El pueblo de Las Hortichuelas quedó ayer desierto tras días tomado por medios y voluntarios

Una familiar que prefirió no identificarse trataba de poner en orden los recuerdos junto a un póster que alertaba de la desaparición del menor. Por ejemplo, el de Gabriel jugando junto a sus primos en la calle. «Les decíamos que tuvieran cuidado con los coches, hasta pusieron un espejo allí», contaba. Conoció a la pareja del padre de Gabriel -Ana Julia, la mujer detenida- en una boda en agosto y no podía sospechar de ella. Lo mismo que esquiva la idea de que Ángel Cruz, el padre, pueda estar implicado. «Él es muy buena persona», repetía.

A unos kilómetros, en la entrada de Las Negras, la Guardia Civil custodiaba la casa en la que Patricia Ramírez, la madre de Gabriel, recibió la noticia. En este núcleo todavía quedaban un par de furgonetas de televisión cuando el sol se perdió en el horizonte. Pero en el corazón del pueblo costero la única actividad perceptible era la de un par de establecimientos.

A las puertas de uno de ellos, en una zona conocida como el 'centro comercial', sólo quedaban lágrimas. Las de algunos de los allegados a la familia en la terraza de un restaurante. En el interior, la propietaria recalcaba que Ana Julia «era una chica totalmente normal». «Estamos extrañados, tristes y destrozados».

Tras llegar desde Burgos a Las Negras con su expareja, «hace unos tres años», Ana Julia se hizo cargo de un 'pub' también ubicado en el mismo centro comercial, el Black, local que traspasó hace unos meses. Apostadas en la puerta de otro bar, Marta y Carmen -vecina «puerta con puerta» de Ana Julia- contaban que la vieron por la zona «un día o dos antes de la desaparición». «Nos comentó que iba a trabajar en una tienda de ropa en Rodalquilar y que se iba a trasladar a la casa de Ángel en Las Hortichuelas, para estar más cerca de Rodalquilar», resumieron.

Ninguno de los pocos vecinos que ayer encontró palabras para recordar al pequeño Gabriel dijo haber intuido que Ana Julia, detenida como principal sospechosa de la muerte del niño, tuviera algo que ver con su desaparición. Hasta que encontró la camiseta.

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