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F. TORRES / J. CANO
Sábado, 6 de enero 2018, 00:41
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coín (málaga). «Esto es un horror». En los márgenes de la calle principal del barrio La Fuensanta de Coín (Málaga) hay varios grupos de gente, sentados en bancos y escaleras, hablando en corros, por teléfono, consolándose. Sus gestos dejan ver cansancio y dolor, la noche ha sido larga. Entre las callejuelas, donde se macera la venganza, se oye un alarido de rabia acompañado de una discusión. «Si aparecen por aquí, los matamos a todos», grita delante de los periodistas una hermana doliente que vela dos muertos. Es la ley del Talión. El ojo por ojo.
Un grupo de niños juega sin llamar la atención, ajenos a todo. En la parte más alta de la avenida, una decena de agentes de la Guardia Civil observan los movimientos de los viandantes con gesto serio. Su misión es imponer la normalidad y garantizar la seguridad de un barrio que, desde el jueves, es una bomba de relojería. Varios montones de cristales rotos se dejan ver por las aceras, en las que también hay trozos de chapa de algún vehículo, unos zapatos sin dueño y manchas de sangre. Estos son, el día después, los vestigios de la guerra desatada entre dos clanes de etnia gitana que el jueves se enfrentaron en una riña multitudinaria y que, según ha podido saber este periódico, tuvo su origen en un conflicto vecinal por ruido. Hay tres detenidos, entre ellos un menor, y otros dos investigados que tampoco han cumplido aún los 18 años.
La pelea se resolvió a cuchilladas y acabó con dos muertos y dos heridos por arma blanca.
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