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CRUEL HASTA EL FINAL

ETA llega en su declaración hasta donde nunca antes lo había hecho, pero hasta en su petición de perdón es injusta

ALBERTO AYALA

Sábado, 21 de abril 2018, 00:55

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Hemos tenido que esperar hasta el penúltimo comunicado de la organización terrorista ETA, hecho público ayer, para ver cómo la banda aceptaba al fin el tremendo daño causado en sus cinco décadas de activismo -sus presos ya lo hicieron en 2013 en una declaración que se leyó en Durango- y cómo hablaba explícitamente por primera vez de perdón. Pero hasta en este momento ha evidenciado su crueldad al categorizar sin reparo a sus víctimas.

La banda armada desaparece. Se va para siempre derrotada por la democracia y garantiza que no volverá. Eso es lo verdaderamente importante. Lo relevante. Lo que se materializará en quince días.

Pero tanto los terroristas como quienes les han apoyado durante décadas desde la política saben que tras el adiós a las armas se juega ya la batalla del relato. La declaración de la banda de ayer sobre 'el daño causado' intenta que la historia encuentre comprensión a sus desmanes.

El documento es, sin lugar a dudas, el más crítico que ha emitido ETA respecto de sí misma. Incluye, por fin, algo que la izquierda abertzale ya hizo hace mucho tiempo, no así la banda: mostrar su respeto a las víctimas, a todas, y aceptar el tremendo dolor causado. Eso sí, de calificar ese dolor de «injusto», como sin duda lo fue, nada de nada.

La organización acepta que «nada de ello debió producirse jamás» y que «no debió prolongarse tanto en el tiempo». Un auténtico eufemismo pero que la izquierda abertzale no se había atrevido a verbalizar hasta ahora.

Y da otro paso más. ETA pide expresamente «perdón», también por primera vez, pero sólo a una parte de sus víctimas. A las que «no tenían una participación directa en el conflicto». El resto -se supone que los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, militares, ¿políticos? y quién sabe si alguien más- sigue, al parecer, sin merecerlo. Crueldad hasta el último minuto.

Todo lo demás no es sino el enésimo esfuerzo por tratar de justificar lo injustificable: su actividad criminal. Un relato que ETA arranca nada menos que en el bombardeo de Gernika y que tiene la desfachatez de conducir de manera lineal hasta la actualidad para mostrar a un pueblo vasco oprimido, opresión que ellos no habrían hecho sino combatir. Ningún reconocimiento político de su sangriento error al persistir en la actividad violenta cuando llegaron la democracia, el Estatuto y antes aún una amnistía que vació las cárceles, también de etarras. Pero, claro, hacerlo supondría admitir que ETA se equivocó, abjurar del pasado. Y eso la banda no está dispuesta a hacerlo ni siquiera en esta hora final.

Hace seis años llegaba el adiós a las armas con la pista de aterrizaje de Aiete, pero sin contraprestación alguna. Hace doce meses, el desarme parcial con una fiesta en Bayona para camuflar la derrota. En dos semanas vendrá la declaración de desmovilización, eufemismo para evitar la palabra disolución. Que llegue cuanto antes y podamos seguir construyendo un futuro en paz, con memoria y verdad, y sin equidistancias ni tergiversaciones.

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