Borrar
Pablo Iglesias se dirige a Rajoy en la sesión de control del Congreso del pasado miércoles. :: jaime garcía
Pablo Iglesias se desata

Pablo Iglesias se desata

Podemos escenifica su giro radical con el endurecimiento de las formas en el Congreso y una intensa presencia en las calles

ANDER AZPIROZ

Domingo, 26 de marzo 2017, 00:10

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Libre del corsé 'errejonista', Pablo Iglesias ha recuperado el tono combativo que exhibió en los orígenes de Podemos. Tras unas semanas en un segundo plano en el que la voz cantante de la formación del partido la ha llevado Irene Montero, el secretario general ha recobrado el protagonismo para demostrar que muchas son las cosas que han cambiado en Podemos tras su aplastante victoria en la Asamblea Ciudadana del pasado febrero.

La primera evidencia de que corren nuevos tiempos en el partido se observa en el Congreso. Con Íñigo Errejón como portavoz parlamentario, primaba cierta moderación en la relación con el resto de fuerzas, incluso con el PP. No es que el exsecretario político sea más de derechas dentro de Podemos, sino que es más pragmático, lo que le llevó a mantener una relación cordial con el resto de grupos con el fin de articular mayorías que permitiesen sacar adelante las iniciativas de la formación. Ahora, con Montero e Iglesias formando tándem como interlocutores, los modales se han radicalizado. Y la guerra va contra todos.

El planteamiento de la dirección morada desde que el PSOE brindó la Moncloa a Mariano Rajoy ha sido el de ejercer como líder de la oposición en detrimento de los socialistas, un propósito que hasta ahora no había podido acometerse a causa de la lucha fratricida entre las dos máximas figuras del partido. Con Errejón fuera de juego y el absoluto control del Podemos en sus manos, el secretario general vislumbre al fin un camino despejado para tratar de erigirse en la única alternativa al Ejecutivo del PP. Con su estilo y formas propias. La estrategia de Iglesias para conseguirlo es disparar hacia todos los lados. Lo hizo esta semana en la Cámara baja. A los socialistas los censuró por lo que considera seguidismo de la política antiterrorista del Gobierno y el inmovilismo ante el desarme de ETA. También atacó a cuenta de la falta de apoyo a su ley de la eutanasia, algo que Iglesias daba por seguro en la «bancada reaccionaria» del PP o en la de «los liberales del siglo XIX» de Ciudadanos, pero no en un PSOE al que echó en cara su falta de dignidad.

Con Rajoy el choque aún fue más directo. La bronca fue a cuenta de la inclinación del Ejecutivo a vetar todas aquellas decisiones parlamentarias que supongan una modificación de los Presupuestos, una herramienta que ha servido al Gobierno para rodear las iniciativas impuestos por la oposición. Al presidente le recriminó que se la traiga floja, se la sude, se la pele, se la refanfinfle o se la bufe la separación de poderes.

Los cruces dialécticos de los últimos días han ido acompañados de acciones que han levantado ampollas entre la mayoría de los grupos parlamentarios. Ocurrió, por ejemplo, con una protesta en la Cámara por el encarcelamiento de Andrés Bódalo -en prisión por agredir a un concejal socialista pero a quien Iglesias considera que se condenó por «hacer sindicalismo»- o por recibir, también en el Congreso, a los familiares de los encausados por agredir a dos guardias civiles en Alsasua, una decisión que dividió al propio grupo de Unidos Podemos.

Esta nueva actitud del líder de Podemos y su grupo no ha pasado desapercibida para el resto de fuerzas. Según el socialista Antonio Hernando, Iglesias «hace el gamberro» en el Parlamento, mientras que PP y PSOE han coincidido en denunciar un supuesto acoso del diputado Diego Cañamero al titular de Justicia Rafael Catalá a cuenta del 'caso Bódalo'. «Se acercó al ministro y le puso a un palmo de la cara dos fotografías, una especie de acoso dentro del propio Hemiciclo», denunció el portavoz socialista.

Regreso a la calle

En paralelo a los debates parlamentarios Iglesias trata de retomar el pulso a la calle, el mismo del que gozaba Podemos en sus orígenes y que le permitió reunir a cientos de miles de personas en la Puerta del Sol en enero de 2015.

Ayer fue el pistoletazo de salida al nuevo calendario de movilizaciones. Podemos no solo se concentró en las principales ciudades españolas sino que también llevó su causa a varias capitales europeas. Según denunció el propio Iglesias desde Berlín, existe «una trama de poder» que obliga a miles de españoles a emigrar.

Pero el renovado espíritu luchador de Iglesias es un arma de doble filo. Por un lado, mantiene en guardia a sus incondicionales y da la sensación de que, tras meses de mirarse el ombligo, Podemos está de vuelta. Por el otro, sin embargo, el exceso de celo puede ahuyentar al electorado más moderado. El mismo que Errejón siempre ha defendido que es indispensable para que Iglesias pueda «asaltar los cielos».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios