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Íñigo Errejón, Irene Montero y Pablo Iglesias, ayer, poco antes de darse a conocer los resultados de las votaciones en Podemos. :: marta jara
Solo podía quedar uno

Solo podía quedar uno

Errejón recibió desencajado el abrazo del oso de Iglesias y aguantó en el escenario 18 segundos de abucheos

CHAPU APAOLAZA

Lunes, 13 de febrero 2017, 00:20

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Madrid. Solo podía quedar uno, así que al que perdió lo echaron a los leones a las doce y cuarto de la mañana. Cuando Íñigo Errejón subió al escenario como miembro del Consejo Ciudadano de Podemos, debajo de los aplausos sonó un abucheo que duró 18 segundos y que recorrió la plaza como un alarido de soledad. En una esquina, mantuvo el tipo como pudo, el puño en alto, la señal de victoria, la boca más pequeña que nunca. Se comió todo el marrón de la lucha interna de Podemos en esa esquina, infantil, casi apocado, subrayados los ojos por la línea roja del disgusto y de la quiebra. También le aplaudieron, pero eran los que menos. La parte del público que le había ido mandando sutiles mensajes gritándole «unidad» solo a él y aplaudiendo más al de enfrente, se le vino encima como una ola orillera y le partió la cara política. En los mítines, tan dados al halago, la crítica y el abucheo suenan feísimos como una pelea delante de los críos.

Entonces, Errejón se echó atrás y se integró en la primera fila del Consejo Ciudadano, a esperar el remate. El más votado al consejo fue Pablo Iglesias, que subió al escenario lentamente y que guardaba en la mesura y el retardo de sus gestos una emoción entre la satisfacción y el recochineo. Fue abrazando uno a uno a toda la primera fila, poco a poco, dejándose querer, y se le fue saliendo la camisa como en la celebración de una boda y se le fue borrando todo el rastro que queda de aquel tipo que se hizo socialdemócrata y mayor en jueves. Aquel tipo que le nombró el gobierno a Pedro Sánchez mientras se reunía con el Rey en Zarzuela era ya una sombra disuelta y solo quedaba Iglesias, puño en alto, camisa remangada por encima del codo, plenipotenciario, liberado ya de toda carga cortesana, más poderoso que nunca.

Un abrazo largo y lento

Errejón esperó a que llegara, de pie, con los brazos pegados al cuerpo, los puños cerrados junto a los muslos, mirando al frente, sin querer verlo. Estaba físicamente como lo está ahora desde el punto de vista político: pendiendo de un hilo. Llevaba así todo el día desde que de madrugada comenzara a pesarle el recuento de los votos. Por la mañana, la avalancha pablista era tal que los resultados se filtraron a la prensa y precipitaron el anuncio, la rotura de la presa del número dos. Pablo lo agarró y le dio un abrazo largo, un abrazo profundo y lento que sonó a «ya hablaremos en casa tú y yo». Irene Montero, encendida de alegría, y Rita Maestre, que iban segundas de cada lista consorte, quedaron cuarta y octava y animaron a sus números uno en el escenario. Después, cantaron 'L'Estaca' de Lluis Llach, pero en realidad pegaba 'The winner takes it all'.

A los chicos de Podemos les separaba una distancia prudencial de cuatro cuerpos. Quizás esta sea la imagen física del Podemos que deja Vistalegre II y la que en ese momento estaría viendo por televisión Mariano Rajoy, que ha ganado dos congresos en dos días.

Cuando se iban del escenario, a Errejón fueron a apoyarle cuatro militantes con la emoción marchita con la que los críos se cruzan a los Reyes Magos el seis de enero después de que ya les hayan traído los regalos. Él se dio la vuelta, los ojos chispeantes y al mismo tiempo hundidos, les hizo la señal de la victoria con el hilo de voluntad que le quedaba y les dijo «fuerza, compañeros.». Les va a hacer falta.

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