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MELCHOR SÁIZ-PARDO
Viernes, 11 de noviembre 2016, 00:48
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Instituciones Penitenciarias teme que decenas de presos condenados por yihadismo y reclusos comunes radicalizados en las cárceles que están cerca de recuperar su libertad en muchos casos saldrán más integristas que cuando entraron. El Ministerio del Interior considera este problema una cuestión de «defensa social» y ha puesto en marcha por primera vez un plan para rehabilitar a esos presos yihadistas. Un programa que conmina a los responsables de las prisiones a no tirar la toalla en la reeducación por difícil que parezca el reto.
Las instrucciones, a las que ha tenido acceso este periódico, figuran en la circular interna 02/2016 que detalla el 'Programa de Intervención y Tratamiento de Procesos de Radicalización Religiosa'. Los otros dos planes apuestos en marcha en 2014 y 2015 se había centrado en extremar el control de los internos radicales para evitar que hicieran proselitismo entre otros reclusos o dieran órdenes desde las cárceles.
Los programas tuvieron éxito, pero no son suficientes. El mensaje del director de Prisiones, Ángel Yuste, es nítido: no basta 'almacenar' en las cárceles a los presos yihadistas y dar por imposible su rehabilitación porque esos internos van a recobrar su libertad y pueden convertirse en una grave amenaza. Ya ha ocurrido con una decena de expresos que se han reintegrado en células terroristas o las han liderado.
«La administración penitenciaria, además de garantizar la retención y custodia (.), tiene la obligación de propiciar actividades encaminadas a la reeducación y reinserción», apunta Yuste.
Interior admite la «dificultad objetiva para reconducir las convicciones tan intensas que sostienen los planteamientos de los internos radicales islámicos». Es más, Instituciones Penitenciarias entona el 'mea culpa' por haber dejado como imposibles esos casos extremos y no haber puesto en marcha antes «programas específicos de tratamiento» para estos «internos radicalizados». «Lo fraguado en el interior de una prisión puede exportarse a otros centros penitenciarios o al exterior, siendo un foco que retroalimenta las actividades criminales, tanto intramuros como fuera», dice la circular.
El objetivo del plan es «contrarrestar las actitudes radicales que pudiesen favorecer la germinación de comportamientos potencialmente peligroso que trasciendan la mera estancia en prisión».
Tres grupos
La instrucción, como hacían anteriores directivas, distingue entre tres grupos de presos, todos incluidos en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento. El 'A', el de mayor riesgo, está formado por los encarcelados por actividades yihadistas. Son internos con «ideología radicalizada» y con «fuerte arraigo de valores de ideología extremista». En el 'B' están «líderes captadores» dentro de las prisiones que, aunque no fueron encarcelados por yihadismo, hacen «proselitismo» y «captación». El 'C' es el de presos, también comunes, «radicalizados o en proceso de radicalización».
El programa fija para el grupo 'A' una «intervención intensa de carácter individual y con suficiente continuidad temporal». Interior quiere vigilancia extrema sobre la evolución de estos internos para «acreditar el rechazo a la violencia» y a la «desvinculación» de la yihad.
El plan para los otros dos grupos tiene dos instrumentos. El primero es la introducción en esos círculos de «internos de apoyo musulmanes» colaboradores de Instituciones Penitenciarias con «elementos de protección» por si son rechazados. El segundo es contar con la «ayuda de imanes moderados» que deberá facilitar la Federación Islámica Española para intentar desvincular a los internos de prácticas integristas.
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