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LIMPIAR LA CASA

MANUEL ALCÁNTARA

Lunes, 7 de noviembre 2016, 00:00

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Como hasta las paredes oyen, están sucios los tabiques que separan una habitación de otra. Hay manchas, cuando no hay desconchones, como en Cataluña, y habría que dar muchas de cal y ninguna de arena para dejarlos tan nuevos como nunca han estado. Lo que mal empieza nunca acaba en España, y ahora regresan las múltiples peripecias del caso de los ERE, cuando ya nos habíamos olvidado de la hermosa juez Mercedes Alaya y de los feos asuntos con los que trataba. Siempre hay que pedir justicia, pero sería mucho mejor no pedir nada. Vienen nuevos instructores y nuevos testigos. Entre todos consiguen mantener vivo el viejo asunto, que se conserva muy bien a pesar de su edad. ¿Quién juzga a los jueces? Unos piden multas enormes y cárceles más sombrías que nunca para Chaves y Griñán y otros creen que las ayudas que concedieron estaban dentro de la legalidad, donde cabe casi todo. El barullo terminará en el Tribunal Supremo, pero ahora está en el aire y el veredicto depende de lo que el poeta llamó «tribunal del viento».

Son cosas para distraer la espera, que para los místicos siempre fue el paraíso que ellos entrevieron por su rendijas terrestres. ¡Cuán largo nos lo fiaron! Como en casa de uno en ninguna parte, pero tenemos que adecentarla, y eso no sólo se hace deteniendo al último jefe de ETA, porque seguro que tenía subjefes y subordinados dignos de toda desconfianza.

Lo que más nos preocupa, sobre todo a Rajoy y al presidente de Ciudadanos, el plegable Albert Rivera, es cumplir la palabra antes de que se la lleve el huracán económico que se avecina. Desean que la legislatura sea menos corta de lo que auguran sus rivales, que quizá sean más numerosos que los que le ayudaron con su voto a favor en la investidura. No quiera Dios, ni el diablo, que Donald Trump resulte elegido el martes, que es mañana sin ir más lejos. Este multimillonario habla siempre del populismo. Lo curioso es que el pueblo lo escucha.

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