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MUCHO QUE HABLAR

MANUEL ALCÁNTARA

Domingo, 6 de noviembre 2016, 00:57

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El nuevo Gobierno, que no es nuevo, ha recibido el primer encargo del presidente: «dialogar mucho, pactar mucho y consensuar mucho», ya que todo es poco para los tiempos que corren que se las pelan y anticipan el futuro. Está bien que haya diálogo, a condición de que no hablemos todos a la vez. Siempre hay varias formas de entenderse y una sólo de discrepar, que es hacer añicos las conversaciones. Maiakovski, el gran poeta ruso, que pasó de ser el ídolo de la afición estalinista a ser un proscrito, se aplicó el único remedio posible para no convertirse en un malogrado: pegarse un tiro en la cabeza en plena juventud.

Era un revolucionario que invitaba a que lo fueran los demás y escribió versos que eran órdenes: «¡Silencio, oradores! Tiene usted la palabra, camarada máuser». Todos los que creemos en las palabras somos más adictos a ella que a los fusiles. San Pablo, que fue el gran 'manager' del cristianismo, aunque no conociera a Cristo que lo fundó, dijo años después que nos sería tenida en cuenta cada palabra ociosa. Por fortuna, nuestros políticos tienen de dos clases: la palabra de honor y las otras, que parecen hechas solo para los discursos. No andan descaminados los que dicen que Dios nos ha dado el divino don del lenguaje para poder ocultar nuestros sentimientos.

Unos juran y otros prometen, pero lo que deberían todos prometer es no jurar en vano. Mientras, Patxi López, lleno de buena voluntad, presenta su plan de reconstrucción del PSOE. Hay opciones distintas a las de Pedro Sánchez, que quiere coger su coche para buscarlas donde no se encuentran. No se sabe si este impetuoso joven es algo gafe, pero parece que la suerte lo esquiva siempre. La busca una vez y otra, pero ella es más rápida. Decía Simone de Beauvoir que encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo. Se lo creyó él, pero enmudecieron sus partidarios y le dejaron con la palabra en la boca.

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