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Juan Fernández-Miranda.
El arquitecto legal de la Transición

El arquitecto legal de la Transición

El sobrino-nieto de Torcuato Fernández-Miranda publica su biografía, prologada por el rey Juan Carlos

María Eugenia Alonso

Domingo, 17 de mayo 2015, 11:58

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"No voy a ser nombrado presidente, pero no le guardéis rencor a Franco. La política es así". Nochebuena de 1973. Torcuato Fernández-Miranda acaba de comunicar a su mujer Carmen y a sus siete hijos que no sucederá en el cargo al fallecido Carrero Blanco. "¿Quiere usted que le nombre presidente del Gobierno con la oposición de toda la clase política?", le había espetado poco antes el jefe del Estado cuando el político no dudó en preguntarle por qué no había sido designado presidente. Desde el atentado que costó la vida a Carrero, el asturiano se había colocado al frente del gabinete en un momento de máxima tensión social e incertidumbre política en España que pudo dar al traste con la hoja de ruta prevista para la llegada de la democracia. "El que Fernández-Miranda no fuera ratificado como presidente reveló que el franquismo más ortodoxo no era nada partidario de sus posiciones aperturistas, independientes y distintas de la España que el franquismo quería, una España en libertad", reconoce Juan Fernández-Miranda, periodista y autor de 'El guionista de la Transición' (Plaza & Janés).

El libro, que sale a la venta el próximo 21 de mayo, es la primera biografía dedicada al político asturiano, en la que su sobrino-nieto ha repasado sus anotaciones personales y ha entrevistado a quienes mejor le conocieron. "Se le consideraba un político distante y es cierto que lo era porque era un político independiente, que no se casaba con nadie", asegura el periodista. "En el ámbito privado era una persona amable, extremadamente educada, muy familiar y con un peculiar sentido de humor", explica Fernández-Miranda. De este último hizo gala en uno de sus discursos políticos más conocidos: "Se ha dicho que soy un hombre sin corazón, frío y sin nervios. No es verdad. Lo que sucede es que soy asturiano", aseguró en enero de 1974 ante una clase política franquista que nunca lo entendió y que escuchaba atónita sin entender qué quería decir. Discursos como éste revelan su forma de ser: decir sin decir, afirmar sin afirmar. "No termino. Continúo mi caminar al servicio del pueblo", concluyó aquel día sin que nadie entendiera que apostaba por el futuro Rey, el hombre destinado a convertir en realidad el cambio de régimen. El mismo Rey que hoy, 41 años después, prologa la biografía de su profesor y "leal" consejero, donde don juan Carlos habla como Monarca agradecido a "este español excepcional que participó activamente "en el diseño de la inmensa tarea de recuperar las libertades bajo el signo de reconciliación y la concordia".

"La suya fue una relación de extremada cordialidad, de máxima confianza y de total lealtad por ambas partes", asegura Juan Fernández-Miranda. Desde que se conocieron en 1960 cuando Torcuato Fernández Miranda fue nombrado preceptor de un jovencísimo príncipe, la relación de ambos se fue estrechando, lo que levantó las suspicacias en el régimen. "Franco les impuso un militar de oyente. Desde ese momento, las clases se limitaron a argumentos exclusivamente académicos y sus encuentros serían confidenciales. Torcuato se acostumbró a entrar a la residencia del Príncipe por la puerta de atrás", relata su sobrino-nieto. Fue en estos encuentros furtivos donde maestro y alumno comenzaron a diseñar los pasos necesarios para restaurar la democracia.

A la muerte de Franco, Fernández-Miranda fue nombrado presidente de las Cortes tras rechazar el ofrecimiento del Rey de sustituir a Arias Navarro. "Torcuato renunció a su mayor ambición política, ser presidente del Gobierno, al considerar que sería más valioso para los planes de don Juan Carlos desde la presidencia de las Cortes, como luego así fue", dice el autor del libro. Desde estos cargos, el político asturiano desmontó con una habilidad sin precedentes los resortes del régimen en las mismas narices de los procuradores de las cortes franquistas. Primero, incluyendo en la terna de los 'presidenciables' a un desconocido Adolfo Suárez, que, finalmente, fue elegido y que acometerá, posteriormente, las reformas necesarias para alcanzar la democracia. Y segundo, al elaborar su obra, de la hoy disfrutamos todos: La Ley para la reforma política en la que aúna sus dos grandes vocaciones: la universitaria y la política; y que permitió convertir el régimen dictatorial en un sistema de libertades sin romper en ningún momento la legalidad vigente. 'De la ley a ley' era su lema.

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