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Vigía del corazón logroñés desde hace 86 años

J.A.L.

LOGROÑO.

Jueves, 12 de abril 2018, 00:07

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Cualquier logroñés que conserve el alma medianamente sensible no dejará de espantarse cada vez que se acerque por San Agustín y observe en qué se ha convertido el edificio de Correos, vigía de la vida ciudadana durante más de 86 años: nacido en 1932, contribuía a la fisonomía del Logroño castizo no sólo por sus dimensiones, su porte altivo. También porque insuflaba una vertiginosa actividad al entorno donde se alza, con el carrusel de trabajadores de Correos diseminado desde temprana hora por esas calles y plazas, cuyo conjunto fue perdiendo dinamismo con el paso del tiempo: al lejano exilio que protagonizó la vecina Tabacalera, se fueron añadiendo otras marchas que dinamitaron la imagen del Logroño tradicional. Los militares abandonaron esa esquina de la ciudad, emigraron también los trabajadores de Telefónica de Portales a San Millán y el Casco Antiguo empezó a convertirse en lo que (más o menos) conocen hoy sus vecinos más jóvenes: un territorio casi exclusivo para el ocio. Unas veces más organizado que otras.

La rehabilitación de Correos como hotel algo tiene de maná para esa zona de Logroño. A falta de concretarse el proyecto definitivo, la promesa de un establecimiento de lujo garantiza un elevado tráfico de personas, idas y venidas ciudadanas, a la luz del día: el Casco Antiguo es algo más que una excusa para trasnochar. Y rellena un vacío que el sector hotelero llevaba tiempo notando: un establecimiento que se salga de la norma habitual en el conjunto de La Rioja y sitúe por lo tanto a Logroño en ese circuito de turismo de mayor poder adquisitivo. Un tipo de turista que reclama en sus hoteles servicios adicionales: hoteleros, por supuesto, pero también hosteleros y hasta balnearios, que el hotel de Eurostars asegurará con su spa previsto en la planta baja. Para los propietarios de esa cadena, Logroño dispone de un elevado atractivo cultural y turístico, según desvelaron cuando se hizo oficial la adquisición del edificio. Algo que los logroñeses ya sabían: llega la hora de seguir demostrándolo.

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