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TITULARES Y SUPLENTES

LÍNEA DE PUNTOS JORGE ALACID

Jueves, 21 de junio 2018, 00:07

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En la primavera de 1987, Antonio Hernández Mancha presentó en nombre del PP una moción de censura contra el Gobierno de Felipe González. Un gatillazo histórico. Que se empezó a fraguar cuando el entonces líder de la oposición, luego de un discurso eterno, dejó el atril a la carrera y confesó a los estupefactos diputados algo así: que tenía muchas más cosas que contarles, pero que con eso le parecía suficiente. Recogió los papeles y se largó al escaño. Como todo político en su hora de mayor protagonismo, Hernández Mancha no había renunciado a recrearse en la suerte por encima de cuanto dicta el sentido común. Un error que ayer evitó cometer la alcaldesa de Logroño: como le pareció que casi una hora de intervención resultaba suficiente, aceleró en la parte final de su discurso y evitó ese instante temido. Cuando el público empieza a mirarse el reloj. Peor. Cuando lo agita, acercándolo a la oreja, para comprobar si funciona bien.

Gamarra huyó de semejante trance porque ejerció de sí misma. La perfecta opositora, dicho sea sin segundas. Como aceptan hasta sus queridos rivales, así los del PP como los alejados de sus siglas, se sabe bien la lección. De modo que sube con la soltura habitual al atril, desgrana (sin necesidad de leer sus papeles: que tomen nota los asiduos al Parlamento ) el memorándum con brío y seguridad, baja a la letra pequeña, detalla los grandes proyectos con frases que aspiran a ser titulares... Mientras, en el estrado le atienden otros titulares: los miembros su equipo. Firmes, por ahora. Aunque llega la hora de elaborar las listas, cuando se mide el grado auténtico de la lealtad siempre debida. Cuando a alguno se le pondrá cara de suplente... Ya se sabe. Hasta Julio César tuvo su Bruto.

Mientras aterriza ese día, Gamarra se mantiene fiel a su papel. Como si fuera a ser alcaldesa en el próximo mandato, el territorio hacia donde apuntan algunas promesas ayer de nuevo enunciadas. Lo cual equivale a que será candidata, almendra central de los meses que se avecinan. Su auditorio comparte de momento ese convencimiento, habida cuenta la capacidad de convocatoria que volvió a acreditar la alcaldesa. Por ahí no puede quejarse. Cosa distinta es que las páginas que fue repasando sonaban tan conocidas que justifican los codazos que se propinaban entre sí los periodistas reunidos en Espacio Lagares. Preguntándose eso tan temible de tú por dónde titularías... La propia interesada les dio una pista: cuando confesó que en la Casa de las Letras (o como se llame ahora) podía haber tenido más suerte.

Pero también podía haber ocurrido lo contrario. Que hubiera tenido la peor de las fortunas. La que acompañaba ayer a Urdangarín, a Huerta o a Lopetegui, cuyas desventuras propagaban las alertas del guasap mientras Gamarra concluía su intervención. Sí, todo puede ir siempre a peor. Que pregunte a Mariano Rajoy, víctima también de este ecosistema político tan veleta. Donde tan pronto te aúpan los mismos que luego te descabalgan. Ella por supuesto no lo ignora desde que ocurrió lo que ocurrió en Riojafórum. Así que de momento se refugia en la gestión, aguarda su hora (que en política siempre llega: véase el caso reciente de Pedro Sánchez) y procura escapar del ejemplo desdichado de Hernández Mancha. Ese día infausto en que un político se da cuenta de que no tiene nada que decir.

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