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Alejandro Talavante, en un desplante ante un Jandilla en Pamplona. :: susana vera
«Lo auténtico es ser capaz de encontrar el refugio a lo que te sucede en la vida ante la cara del toro»

«Lo auténtico es ser capaz de encontrar el refugio a lo que te sucede en la vida ante la cara del toro»

Alejandro Talavante | Torero ·

Alejandro Talavante actúa hoy en La Ribera y es una de las grandes esperanzas de la feria de San Mateo

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Martes, 19 de septiembre 2017, 15:46

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«Siento que cuando voy a salir al ruedo habita una alimaña dentro de mí que no para de rugir. La única manera que tengo de acallarla es ser capaz de hacer el toreo con una intención en la que no necesite detenerme a pensar en qué estoy haciendo ni en lo que soy ni en lo que seré mañana. Sólo existe ese instante, ese espacio, en el que toreo tal y como me surge del corazón, con una distancia infinita entre mí mismo y todo lo que me rodea». Así explica Alejandro Talavante, una figura esencial del toreo contemporáneo y un personaje singularísimo, su íntima relación con la tauromaquia. Esta tarde torea en La Ribera con Pablo Hermoso de Mendoza y Roca Rey, una plaza que le motiva porque «soy consciente de que nunca he sido capaz de romperme en Logroño».

- ¿Cómo explica la ausencia de esfuerzo en su toreo?

- Es que no la hay; pueden existir tardes complicadas en las que estoy más asustado que otras y no encuentro la claridad que necesito. Soy consciente de que veo muy fácil el toreo y lo ejecuto con más sencillez que nunca, y eso, en ciertos momentos, me alivia mucho. Hablo de una constante de este año: conozco el sitio en el que me tengo que poner; conozco también dónde me siento y ahí es donde procuro llegar todas las tardes por encima de cualquier otra cosa; por encima incluso del triunfo y de las orejas.

«Me gustaría ser capaz de sostener la transmisión siempre por encima del triunfo»

- ¿Pueden contradecirse el triunfo y la búsqueda de la expresión artística?

- El triunfo puede ser el fin de todo dependiendo de la personalidad del artista. En mi proyecto -que creo que no he elegido y que me ha venido dado por las circunstancias, por mi vida y por mis condiciones-, me gustaría ser capaz de sostener la transmisión siempre por encima del triunfo.

- ¿Y eso cómo lo consigue?

- No sabría decirle y no me preocupa, pero sé que eso es lo que me hace sentirme mucho más cerca del que quiere ir a verme y al que quiere ir a verme le hace estar más cerca de mí. Es complicado porque en estos momentos se coloca el premio por encima de cualquier otra cosa. Sigo pensando que la ejecución y la intención a largo plazo te dejan más vacío y con menos cosas dentro. Y todo eso que sobrevive dentro termina creciendo e incomodando. Todos los toreros lo sabemos y somos conscientes de que cuando sale algo auténtico nos ponemos de acuerdo.

- ¿Qué es lo auténtico?

- Lo contrario a lo artificial; es ser capaz de encontrar el refugio a todo lo que te pasa en la vida en la cara y el sitio del toro.

- Refugio ante la vida frente a un animal que te la puede arrebatar. Parece una contradicción.

- Es muy fuerte porque terminas necesitando al toro para expresar tu auténtica naturaleza como ser humano y enfrentarte con esa parte virgen que todavía mantengo en mi interior después de tanto trasiego, de tantas historias vividas.

- ¿Cree que existe algo en su interior sin pulir?

- Sí, no puedo dominar mi estilo, que muta constantemente y, además, me resulta imposible dirigirlo. Va cambiando, lo van moldeando las circunstancias e, incluso, los recuerdos de vivencias que me han sucedido hace muchos años. Siento que mi estilo no para de sorprenderme.

- Decía Enrique Morente que en el flamenco la cosas a veces las buscaba y en otras eran ellas las que le encontraban a él... ¿Puede sucederle a usted algo parecido?

- Me pasó en Valladolid el año pasado en la corrida homenaje a Víctor Barrio. Hice un comienzo de faena que a lo mejor nunca se había visto en la tauromaquia. Pues bien, lo había pensado de otra manera muy distinta; mi intención mutó en el momento en el que el toro se me arrancó. Sin embargo, fue mucho más brillante lo que salió de manera natural que lo que llevaba en la cabeza. Creo que fui capaz de transmitir a la gente que hasta yo mismo me había sorprendido y emocionado. Esta temporada he podido pensar cosas similares y no las he podido plasmar porque el toro es el que va marcando el estilo y me lo ha imposibilitado.

- ¿Marca el toro tanto la faena?

- Todo lo puedes hacer pensándolo razonadamente, pero es que hay una parte que no surge de la razón, que sólo brota cuando está el toro delante y es la que realmente me conmociona y emociona a los que me están viendo.

- ¿A qué se deben sus diferentes etapas artísticas?

- En cada una de ellas se ha ido asomando lo que podía venir después. Al principio tenía mucha chispa pero con una gran limitación técnica; luego vinieron unos años en los que estudié mucho la técnica, el toro, intenté comprender la plaza, los terrenos, cada detalle matemáticamente. Fueron unos años esenciales. Cuando me apoderó Curro Vázquez hice varias reflexiones sobre mí mismo y me di cuenta de que con la chispa había nacido y que ya conocía la tauromaquia. Entonces decidí que no tenía que pensar más en la técnica y me dediqué a torear sin pensar en qué tenía que hacer. Al final, la técnica termina casi dándose la mano con la defensa y el toreo es todo lo contrario. Yo necesitaba acallar todos los ruidos que me acuciaban por dentro y de la única manera que empecé a mitigarlos fue no pensando tanto y buscando un toreo más intuitivo.

- ¿Abunda demasiado la técnica?

- Me di cuenta de que con la obsesión por la técnica lo único que iba a conseguir era convertirme en un torero más frío. Ser plenamente consciente de esto me ha permitido plantear y hacer cosas que están fuera de lo técnicamente habitual, pero al observarlo en el vídeo compruebo que está cuadrado, que es perfecto.

- ¿Le gusta verse en vídeo?

- Me da igual, me veo y es cierto que como decía Borges siento que estoy contemplando a otro, como si me viera desdoblado. Siento hasta cierta ternura hacia el personaje... Pero eso no significa que sea autocomplaciente conmigo mismo. A veces, cuando he tenido una mala tarde recurro a las imágenes para analizar qué ha podido suceder.

- ¿Le preocupa tener una mala tarde?

- Tengo mucha confianza en mi capacidad y hay días en los que creo que tener una mala tarde es imposible, pero las malas tardes llegan y me abordan. Con el tiempo comprendes que es inútil pensar en escapar de esa posibilidad. Además, cuanto más puro eres más cerca estás del fiasco.

- ¿Qué significa la pureza?

- No tiene mucho que ver con la ortodoxia. Existen toreros a los que admiro mucho como Manuel Benítez 'El Cordobés', que era un gran heterodoxo. Sin embargo, creo que era de los más puros de su generación porque era absolutamente consecuente consigo mismo y con sus pasiones, con sus anhelos y con su época. Creo que en mi caso no es fácil encasillarme. Es cierto que baso mi toreo en las líneas clásicas pero la libertad de saber que existen nuevas geometrías me atrae mucho. La tauromaquia está ahí desde la época de Pedro Romero, pero sigue creciendo estilísticamente y con caminos inexplorados para crear algo que no se haya visto todavía. De hecho, las nuevas generaciones de toreros, aunque no se nombre mucho, y de la misma forma que nosotros hemos seguido otras figuras míticas, ahora están siguiendo muchos de los caminos que estoy tomando yo. Eso es un halago tremendo porque me lo tomo como una señal de admiración.

- ¿Cree que puede llegar a existir una escuela 'talavantista'?

- Yo pienso que ya existe. Muchos toreros jóvenes están basando sus temporadas en patrones que he podido sacar yo en estos últimos tres años, desde mi etapa con Curro Vázquez. Me sorprende y me parece exagerado.

- ¿Es posible copiar el sentimiento?

- No, eso me parece más difícil. Cada vida es distinta, cada uno es diferente.

- ¿Cómo vive la presión de un público que cuando va a verlo a la plaza lo espera todo de usted?

- La percibo con total nitidez. No es una exigencia que la marque el triunfo sino que nace porque el público quiere que suceda algo especial. Y esa presión es todavía mayor porque aunque sea difícil triunfar, lo otro se me antoja mucho más complicado.

- ¿Le resulta muy duro salir con esa necesidad al ruedo?

- Sin duda y conmigo mismo todavía más duro porque yo me pongo del lado del público siempre. El otro día cuando toreé en Bilbao entendí perfectamente el mosqueo y me sumé a él. Yo era el más amargado de toda la plaza. Pero es cierto que todo eso me motiva cada vez que cojo la maleta y me voy de casa pensando que mañana puede ser un día especial.

- Fue increíble, con un vestido imponente, ese inicio de faena tan fluido todo y después..., se esfumó, se desvaneció la obra.

- Empecé suave en tablas, el toro no tenía condiciones para el toreo, por el lado derecho tenía más entrega. Por el izquierdo me desvirtuó. Me sentaba fatal sacarle el brazo del cuerpo para poder torearlo. Aquella faena murió en el último lance de las dos primeras tandas. Vi al público con una agitación, con un deseo que me llenó mucho, a pesar de que fueron apenas unos instantes.

- ¿Como artista se queda con eso o con lo que sucedió después?

- Sentí una frustración enorme. Me puse ese vestido porque quería hacerle a mi manera un homenaje a un torero vasco muy importante fallecido este año: Iván Fandiño. Tenía pensadas muchísimas cosas: un inicio de faena sorprendente y a la vez puro, un final especial, incluso algo en el momento de la estocada y no salió nada. Esa tarde no sólo pesa al día siguiente sino que va a pesarme toda la vida.

- Hace unos años le pegaron una gran bronca en Logroño en una tarde en la que toreaba con Iván Fandiño, que triunfó y estuvo siempre muy pendiente de usted...

- La tengo perfectamente en la memoria. Iván fue muy cariñoso conmigo cuando la realidad es que tampoco teníamos una relación muy estrecha. Pero puedo llegar a entender que el toreo es capaz de forjar una amistad en la más absoluta de las distancias. Los dos fuimos capaces de tener amistad solo por la forma en la que toreábamos, lo cual me parece muy interesante. El cariño que siempre me manifestó no era producto de los buenos ratos que habíamos vivido juntos, sino por la manera que él veía que yo quería torear. Y era algo recíproco, porque yo lo contemplaba a él como un torero que con su personalidad tenía una pureza en todo lo que hacía tremenda. Era un hombre que no pensaba, que se iba directamente al sitio y ponía el corazón. Sólo por eso lo consideraba cercano a mí.

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