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LUIS J. RUIZ
LOGROÑO.
Martes, 12 de junio 2018, 00:38
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Dice el voto de San Bernabé que el día del patrón de Logroño «se han de correr tres o cuatro toros de los que sólo se dará muerte a uno o dos y se guardarán los otros para San Juan». Y los logroñeses, que son de respetar promesas, volvieron a cumplir con la promesa en la plaza de toros de La Ribera con un espectáculo taurino en el que el grueso de los aplausos se los llevaron los cuatro recortadores que torearon 'a cuerpo limpio'. Sobre todo el de casa, Sergio Urruticoechea. Eso si, no hubo bajas entre los astados.
Con algo más de media entrada -que se quedó en poco más de un cuarto cuando los recortadores se despidieron del público-, el voto se comenzó a cumplir cuando el novillero granadino 'Joselete' se puso frente a un novillo de la ganadería riojana Toropasión que anduvo raro sobre el albero logroñés y que se retiró completamente cojo de la mano derecha. Y vivo, que el de ayer fue espectáculo sin muerte.
Tras la vuelta al ruedo del granadino llegó el momento más esperado, el de los recortadores, que juguetearon con tres reses alfareñas que salieron endiabladamente furiosas al coso pero que pronto vieron que poco tenían que hacer frente al actual campeón de España de recortes, Eusebio Sacristán 'Use', David Ramírez 'Peque', Saúl Rivera y el riojano Urruticoechea. Si el astado elegía la derecha, el quiebro era por la izquierda; si intentaba, cual central polivalente, cubrir ambos flancos, le superaban por arriba. Todo lo más que lograron fue tocar con la testuz la 'pértiga' que impulsaba a los recortadores. Pura flexibilidad.
Y luego llegó el momento de los 'valientes', el de las vaquillas. Entre comillas porque la mayoría optó por quedarse en la barrera y levantar las piernas cuando la vaca pasaba cerca. Alguno, los menos, se vino arriba, optó por los recortes y se llevó el aplauso de la grada. Eso sí. Según se fue reduciendo el tamaño del animal se disparó su osadía. Incluso la de quienes, desafiando a las leyes de la gravedad, intentaron saltar la barrera y se quedaron a medias en un equilibrio tan perfecto que no tuvieron fácil recuperar la vertical. Tras un par de revolcones sin consecuencias, y de los que los afectados se levantaron con la mayor de las dignidades, Logroño dio por cumplida, un año más, su perenne promesa.
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