Ha sido tradicional la existencia del llamado bote en los mostradores de los bares, donde los camareros echaban las propinas con las que les obsequiaban los clientes, generalmente las monedas sueltas que éstos recibían al pagar sus consumiciones. Se recibían con un estentóreo «¡bote!» en señal de agradecimiento. Nos viene el recuerdo a cuenta de que ahora los bancos ponen pegas para aceptar las monedas. También, que hubo un tiempo donde el valor de las monedas de diez y cinco céntimos, que se decían que eran de cobre, era superior vendiéndolas como chatarra para las fundiciones.
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