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Foto del archivo del IER :: LÓPEZ OSÉS (CONVERSIÓN DIGITAL CASA DE LA IMAGEN)
De la imprenta al periódico

De la imprenta al periódico

EDUARDO GÓMEZ

Domingo, 18 de diciembre 2016, 01:02

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La plaza Martínez Zaporta, cargada de actividad e historia, no ha perdido ni un ápice de su popularidad. Si acaso se le ha esfumado el título de plaza de la Imprenta por la que se le conocía desde muchos años atrás, como consecuencia de que en ella estuvo establecida la imprenta de Guillén de Brocar, una de las primeras de España, quien trabajó en nuestra ciudad en los inicios del año 1500. Una placa del IER de Estudios Riojanos en una fachada de la plaza lo conmemora.

El espacio se iniciaba desde la calle Portales, con dos solemnes edificios. En el de la derecha, proyectado por Fermín Álamo en 1928, se asentó Tena, un comercio de lujo que dirigía la recordada Julia, rebosante de actividad y profesionalidad. Y el de la izquierda fue proyectado también por Fermín Álamo en 1925 para Hilarión Arrieta, fundador de La Roja. Junto a este comercio estuvo situado el café El Algabeño (existía en 1939), de ambiente taurino, con una cabeza disecada de toro. A continuación estuvo la pastelería La Imperial de Ijazo, donde también se ubicaba una huevería de la que se recuerda que Felipe, un hijo del propietario, fue destacado futbolista. Junto a este negocio se encontraba el Teatro Moderno, enclavado en un llamativo edificio proyectado en 1912 por Quintín Bello para la familia Martínez Zaporta y entre uno y otro se metía un antiquísimo callejón cancelado, conocido por Triperías, por el que se accedía a las localidades altas del Teatro para asistir a las funciones de cine de los domingos, especialmente cuando ofrecían películas del Oeste. La cola llegaba casi siempre hasta la esquina con Portales. También se hicieron populares las actuaciones matinales de aficionados organizadas por la CLA los domingos. Junto a él, en la actualidad el café Moderno, está documentada la presencia en 1921 del Novelty dirigido por Zacarías Bezares, con conciertos tarde y noche. También fue muy activa la temporada que dirigió el establecimiento Lahera, de Medrano, con actuaciones musicales y mesas de billar.

Retornando al inicio de la plaza, a partir de la esquina con Portales, se recuerda a la tienda de comestibles de David Oruño y la fontanería de los hermanos López, uno de los cuales, conocido por 'Estañito' fue el mozo de espadas número uno en el escalafón de La Rioja. Encima del establecimiento vivía don Santiago, que ejercía como cura en el cementerio. Mientras fumaba, don Santiago vigilaba siempre las idas y venidas del personal. También estaban ahí la peluquería de José Mari, la joyería de Mangado, un estanco y el domicilio del popular colchonero Emilio López, de los que iban a los domicilios con sus cestas redondas de mimbre y sus bártulos. Ya en la esquina con Carnicerías, había una tienda de dulces y frutos secos cuyo propietario Juan Francisco, de Entrena, hacía y vendía pelotas para los chavales. Enfrente, saltando la calle, justo en la otra esquina, se encontraba el renombrado comercio El Acuario de Primo Ramírez, con profusión de aceitunas, dulces y frutos secos. Seguidamente, una panadería y el estudio del fotógrafo Osés. Venía a continuación el bar Negresco, que se hizo famoso en sus últimos años cuando, dirigido por los hermanos Luis y Tomás, era la sede del Club Deportivo Berceo. Como bar tuvo una gran popularidad, con partidas de chamelo por las tardes, cuadrillas de meriendas en el piso superior y sus carteleras con los puntuales resultados de fútbol. En sus orígenes se le conocía como El Cortijano y se anunciaba como restaurante a la carta en 1927. Justo enfrente, con sus ofertas desbordando hasta ocupar buena parte de la calle, se encontraba la tienda de comestibles de Bastida.

La calle continuaba con la pescadería de la Ino, una mercería y un pequeño negocio cuyo propietario ejercía como taxista.

Como colofón citaremos el llamativo edificio que cierra la plaza, en cuyos bajos se instalaron las oficinas del periódico LA RIOJA y en el cual nació el ministro Javier Moscoso del Prado. En la fachada se colocaban en grandes carteleras los números de la lotería de Navidad, según se recogían puntualmente de las oficinas de telégrafos de la plaza de San Agustín. En las traseras, dando entrada por la calle Mayor estaban los talleres y la imprenta propiamente dicha, con la ruidosa rotativa que manejaba Dámaso Oyaga junto a la entrada, donde esperaba la popular Paca, vendedora del diario, para recorrer las calles voceando con alguna noticia llamativa la mercancía.

De la plaza partía marchosa los días de San Mateo la banda municipal que dirigía José Luis rumbo a la plaza de toros, acontecimiento muy asistido.

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