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Sábado, 13 de febrero 2016, 00:23
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En uno de los jardines del entorno del instituto Sagasta se colocó con gran boato en su día el busto del insigne oftálmólogo riojano don Ramón Castroviejo, magnífica obra, como todas las suyas, del escultor Vicente Ochoa. Se echa en falta la modestia del lugar donde se emplazó, apenas visible a causa de las ramas de un árbol próximo y de cuando en cuando, de una churrería que la sitúan ante el monumento. Y, puestos a rectificar, no estaría mal el repasar en la placa que rotula el pedestal la letra 'f' de oftálmólogo, que se advierte que se obtuvo de una 'p' anterior. La figura homenajeada se ensalzaría como se merece con una adecuada iluminación.
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