Borrar

Pillerías

PPLL

Domingo, 29 de noviembre 2015, 00:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuidado que mojo. Llegaba un tipo a la puerta de la plaza de toros con una barra de hielo al hombro y advertía: cuidado, que mojo, y los porteros se apartaban, que mojo, cuidado, convencidos de que iba a la cantina a depositar tan efímero material, muy apreciado por aquel entonces, pues no existían las cámaras frigoríficas. Cuidado que mojo, seguía diciendo mientras los aficionados le abrían paso. Y, tras deshacerse del hielo en los urinarios del coso taurino, buscaba en los tendidos una localidad vacía y se sentaba y se ponía a ver los toros o una charlotada del bombero torero, gratis, aplaudiendo, sacando el pañuelo para pedir la oreja o abucheando, según el caso.

Eran los pillos, pillos que también utilizaban, allá por los años 50 o 60, otra artimaña similar: llegaba uno a todo correr vestido de peñista con la caja (vacía) de una trompeta o de otro instrumento musical en la mano. Y a todo el que le quería escuchar le informaba de que me he quedado dormido en la siesta, cagüen la mar, y llego tarde; van a tener que empezar sin mí, y eso que yo soy una pieza clave en la charanga. Y todo eran facilidades para que fuera avanzando y avanzando y avanzando. Y avanzando no tardaba en encontrar una localidad desocupada donde se sentaba, quizá al lado del de la barra de hielo, a disfrutar de la fiesta nacional en esas tardes de sol y moscas, de habanos y abanicos, de pasodobles y gorros de papel prensa. Por la cara, claro.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios