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Á.A.
Domingo, 31 de mayo 2015, 00:15
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El edificio situado entre Duquesa de la Victoria y Albia de Castro no es uno más, pese a que muchos no hayan reparado nunca en él. Cuatro grandes murales cubren su doble fachada con la representación de imágenes alegóricas de las cuatro estaciones. Las pinturas fueron realizadas hace casi 80 años por Francisco Javier Rodríguez Garrido (Madrid 1905-1954) y aún se mantienen bien, pese a que el paso del tiempo está haciendo su efecto desdibujándolas, has ta el punto de pasar desapercibidoas a la vista del peatón. La casa, adornada también con bonitas decoraciones en escayola realizadas por el logroñés Aurelio Moya, es uno de los ejemplos de las 'joyas', aparentemente ocultas, que jalonan Logroño.
Pero esta no fue su única contribución. Hijo de un riojano de Nestares, además de pintar flores, bodegones y vírgenes, gozó de reputación como pintor de retratos (todavía pueden contemplarse obras suyas en los salones de algunos edificios oficiales y en domicilios de familias logroñesas). No obstante, tal y como se recoge en el libro 'Riojanos en Madrid', editado por el Centro Riojano de Madrid, el gran público lo conocía por su pintura mural.
Con las alegorías de las cuatro estaciones contribuyó al ornato de este edificio (Duquesa de la Victoria, 53 y Albia de Castro, 4) levantado en 1929 por su cuñado, el prolífico arquitecto riojano Agapito del Valle (Murillo de Río Leza 1895-Logroño 1969). La colaboración no acabó ahí, ya que ambos, como se recoge en la publicación, intervinieron más adelante en un proyecto conjunto para la cruz del Valle de los Caídos.
Además, entre 1934 y 1935 pintó siete murales para decorar los bajos del Hotel París de Logroño y en 1941 también pintó unas escenas en el desaparecido Café Los Leones. También decoró por las mismas fechas el interior del Cinema Diana, en concreto, unas escenas cinegéticas y ecuestres en un gran friso junto a la pantalla. También decoró la iglesia de las Adoratrices. Las continuas reformas y demoliciones han hecho que muchas de las obras hayan desaparecido, así que la presencia de estos murales, en el pleno centro de la ciudad y en la vía pública, es una oportunidad para admirar el trabajo de este artista madrileño atraído por La Rioja. Una de sus últimas contribuciones fue crear para el Instituto de Estudios Riojanos un sello presidido por la efigie de la Virgen de Valvanera.
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