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BICIS ASESINAS

CAUTIVO Y DESARMADO - PABLO ÁLVAREZ

Jueves, 21 de mayo 2015, 23:19

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Logroño es una ciudad sin ley. Ni Jalisco ni nada, no me comparen. Aquí los muertos se cuentan por millares. Y las familias destrozadas, más: esas madres que esperarán eternamente al hijo al que mandaron a por pan, esos matrimonios rotos por el esposo que bajó a sellar el Euromillón sin saber que afrontaba una muerte segura.

La visión es, cierto, horrenda. Las aceras son un matadero y los cuerpos de limpieza apenas dan abasto para limpiar los miembros seccionados que gotean sangre por los bordillos.

No me digan que lo que les cuento les sorprende. Ustedes, vecinos de esta urbe y lectores de estas páginas, se habrán dado cuenta seguramente de la alarma ciudadana que desborda en la calle. Y como la alarma ciudadana es soberana, lo que cuentan los alarmados debe ser verdad: pasear por las aceras de Logroño es jugarse la vida, llenas como están de ciclistas desaprensivos que circulan a toda velocidad por las atestadas vías peatonales arrollando jubilados, como si fueran los carros de Ben-Hur.

Yo, la verdad, no tenía esa sensación. Siempre me ha tocado la breva ver a un ciclista por la acera, pero sobre todo por mi alma de ciclista urbano ocasional: a más ciclistas por la acera, menos por la calle, y más carbón para la dictadura del coche.

Pero seguramente me equivoque. La Policía Local, que ha tomado la determinación de multar a los ciclistas por las calles peatonales, seguramente lo hace en un intento de poner coto a la carnicería sabiendo, como todo el mundo sabe, que una bici es igual de peligrosa que un coche. Y sabiendo, como todo el mundo sabe, que los ciclistas son en realidad indeseables perroflautas que bastante hacen con no engancharse las rastas en la cadena. Y que además no votan. ¿O sí?

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