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Javier Campos
Viernes, 13 de marzo 2015, 18:41
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Toda una vida dedicada al negocio de la iluminación da para mucho, tanto como para alumbrar hasta un matrimonio. Enrique Díaz, a punto de cumplir los 63, empezó como aprendiz en Lámparas Escobar cuando tenía 15 años... y allí aprendió un oficio y encontró a Ángela, la que hoy es su mujer y su compañera de alegrías y desvelos. Juntos regentan el que es el último taller de creación artesanal y restauración artística de lámparas, ubicado en las traseras de la tienda del número 16 de Juan Lobo. El último lamparero, que sobrevive en el Casco Antiguo de Logroño, piensa ya en la jubilación.
Lo suyo es arte...
... y artesanía, sí. Hacer una lámpara de la nada, es decir, partiendo de cero, que no es lo mismo que montarla... Empecé en esto hace casi 50 años lavando piezas con gasolina y han sido muchos los trabajos de creación, reparación y restauración de lámparas y de otros objetos de bronce en general (camas, relojes, candelabros, figuras...).
¿Por qué momento pasa un oficio como el de lamparero en plena era del usar y tirar?
Los últimos años han sido bastante flojitos... la crisis se ha notado y mucho. Lo cierto es que nunca has podido cobrar todas las horas que metes en cada trabajo porque te dirían que dónde vas. Hay gente, pese a todo, que lo aprecia y lo valora. Eso sí, las nuevas generaciones son de focos y punto, o de lámparas de Ikea, que las traen a reparar y el coste del arreglo es superior al precio original de la lámpara.
Vamos, que usted lo primero que hace al entrar a un sitio es mirar el techo...
Son tantas años que, sólo con mirar las lámparas, verlas sin llegar a tocarlas, ya sabes lo que hay...
Por lo que dice, atrás quedaron los buenos años... ¿hay futuro en su caso?
No creo. El oficio se muere, antes había bastantes restauradores, en mayor o menor medida, pero al final me he quedado solo. Soy lamparero, lo he sido toda mi vida, me gusta pero el oficio se acaba. La crisis ha sido la puntilla. Aquí hemos llegado a trabajar hasta seis personas, recuerdo los tiempos en los que proliferaron las salas de fiestas y discotecas, allá por los 70, e hicimos decenas de apliques de pared para la Clipper de Logroño, el Pinocho de Santo Domingo, el Quijote de Pradoluengo (Burgos), el Cocorico de Tudela (Navarra), la Anaconda de Baracaldo (Vizcaya), o el Elefante Blanco de Vitoria...
¿Y no le da pena?
Mucha, muchísima... pero es lo que toca. Además, si vieses que hay alegría... pero no, la cosa está muy parada. Hay quien viene a buscarte, pero también hay a quien le dices el precio y se asusta.
Muchas lámparas históricas y que se pueden ver en lugares públicos han pasado por sus manos...
Con Escobar hicimos las de San Millán de la Cogolla, que recuerde ahora... y en el 2009 restauramos la lámpara de la capilla de los Ángeles de la concatedral de La Redonda, para lo que fue necesario desmontar gran parte de sus 31.500 cristales para la limpieza. En el 2006 rehabilitamos la lámpara del patio de butacas del teatro Ideal de Calahorra, amén de trabajos para la iglesia de San Martín y la ermita de la Virgen del Nogal de Villanueva de Cameros o en distintos pasos procesionales de la Semana Santa de Logroño.
Y también ha habido creaciones propias que llevan su firma..
Como las del Umm, gastrobar de Logroño, o bodegas de Arenzana de Abajo, concretamente en el comedor... nos salva, en cualquier caso, que tenemos tienda, porque vivir sólo de la restauración o la creación, como que no.
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