De militar a hortelano de Varea

Pero fue Logroño su lugar de referencia y donde decidió pasar sus últimos días. Desde su matrimonio con la riojana María Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz, se afincó en la capital riojana, ciudad por la que tuvo una predilección muy especial y donde pasó, según confesión propia, los años más felices, sin los avatares políticos ni militares de sus años anteriores. El general, que no tuvo hijos, pasó sus últimos días en el palacio que aún hoy recibe su nombre en el corazón de Logroño. Cedió su sable militar y dedicó sus últimos años al cultivo de la finca familiar de La Fombera, donde plantó especies arbóreas exóticas, junto a un estanque que él mismo cuidaba. Lejos de los avatares bélicos, hizo durante largos años una vida de hortelano. Tuvo, además, una estrecha amistad con el Marqués de Murrieta, con quien compartió afanes bodegueros, una faceta no tan conocida del militar, pero a la que también se entregó con pasión hasta el final de sus días. Quiso ser enterrado junto a su esposa y con ella permanece desde 1879 en un mausoleo situado junto a la sacristía de La Redonda. Tenía 86 años.