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Pilar y Vicente, en la entrada del Perchas
El final del boca-oreja

El final del boca-oreja

Pilar y Vicente echan el cierre al ‘Perchas’, el conocido bar de la oreja de cerdo rebozada y uno de los clásicos de la calle Laurel

Luismi Cámara

Martes, 9 de diciembre 2014, 10:55

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Es 8 de diciembre, día de la Inmaculada, fiesta nacional y lunes festivo. A las 19.30 horas, la calle Laurel logroñesa se despereza tras la larga siesta y comienza a encender sus luces para despedir con un pincho (o con varios) el puente de la Constitución, el último respiro antes de la Navidad. Sin embargo, Pilar y Vicente no abren. Dicen que se han quedado sin género por la mañana, debido a que parece que la gente quiere despedirse de su bar desde que se han enterado que se jubilan y están acudiendo al local más si cabe que antes. No se preocupan por tener cerrado el negocio en una noche que se supone con un ambiente propicio para hacer una buena caja pese a la intermitente lluvia. Están en esa etapa, después de más de 36 años, en la que llevan su propio ritmo y se marcan sus horarios. Se lo han ganado, explican.

Petición en internet para que El Perchas siga abierto

  • Están montando una manifestación los chavales para que no nos jubilemos, comenta Vicente, propietario del Perchas de la Laurel. Desde que se conoció que los dueños del célebre bar de la oreja de cerdo rebozada se retiraban y dejaban el negocio con la llegada de 2015 después de más de 36 años al frente, los clientes han mostrado su tristeza y se han propuesto que el bar no se cierre.

  • Algunos de ellos ya se han movilizado en internet y han creado una

  • petición dirigida al Ayuntamiento de Logroño en el portal change.org

  • . Este bar y su pincho, las orejas, va a desaparecer en dos semanas. Es emblemático de la calle Laurel. Salven El Perchas, reza el lema de la propuesta. Añade después que es el último bar antiguo que queda y pide que las normas de traspasos no deberían aplicarse a lugares de larga tradición porque cambiaría la esencia del lugar. De momento, ya hay más de 200 personas que han apoyado la iniciativa.

  • Es un último brindis al sol porque la normativa es clara y exige al que quiera seguir una serie de obligaciones sanitarias y estructurales que hacen difícil una transformación efectiva del local del número 3 de la travesía de Laurel.

  • Si alguno de los proyectos interesados llega a buen fin, será sin duda sin la presencia de Vicente y Pilar. Si algo tiene claro el matrimonio es que les ha llegado el momento de descansar y pasar de servir al bando de los clientes. Ningún movimiento popular les va a hacer cambiar de idea.

La entrevista dura cerca de media hora y, durante ese tiempo, no pasan más de tres minutos seguidos en los que alguna cuadrilla o pareja se asome entre los cristales e intente abrir la puerta cerrada del bar, mientras Vicente se disculpa para avisarles de que esta noche está cerrado. Es lo que tiene ser uno de los bares más ilustres de la Laurel. Por El Perchas ha pasado un incontable número de clientes, habituales y novatos, lugareños y forasteros. Esta mañana, por ejemplo, han estado por aquí por primera vez no menos de 50 personas, revela el dueño. No es que tenga un sexto sentido para reconocer a los principiantes o que posea una asombrosa capacidad para quedarse con la cara de los que pasan por delante. Lo nota porque los inexpertos clientes no saben qué hacer cuando les sirve la oreja de cerdo rebozada y el pan. Es entonces cuando le toca explicar cómo coger una rebanada, el fundamento central con el palillo y completar con otra rebanada uno de los bocados más sabrosos que se pueden encontrar en la senda de los elefantes.

Por el número 3 de la travesía de Laurel han pasado clientes desde Galicia a Tarifa y de todas partes del planeta, siguiendo las recomendaciones de amigos y de las guías gastronómicas. La devoción por este manjar que, según Vicente, requiere de mucho trabajo en su elaboración- ha llevado a algunos a llamar para conocer las fechas en las que el matrimonio cerraba y así poder organizar sus vacaciones para venir a Logroño a comer la oreja.

Una liberación

Existen clásicos del fútbol, del teatro, del cine, de la política. La oreja del Perchas es un clásico de la Laurel, pero parece llegar a su fin. Pese a reconocer que van a sentir un poco de nostalgia, Pilar admite que tiene muchas ganas de que se acabe (atenderán al público por última vez el 21 de diciembre) y que siente una liberación porque, después de tanto tiempo, un trabajo tan esclavo como este pesa mucho. Se jubilan por edad, pero el fin de la validez de los alquileres de renta antigua el próximo 1 de enero también ayudó en la decisión, ya que el local no es de su propiedad, y a partir de esa fecha pueden producirse alquileres disparatados. Nadie en la familia se ha decidido a tomar el relevo a la pareja pero cuentan que hay muchos interesados, algunos con proyectos ya desarrollados, pero avanzan que será muy complicado que lleguen a buen fin porque las estrictas normativas municipales y de Sanidad obligan a realizar una obra importante en un espacio muy reducido y limitado y con pocas posibilidades. Aunque eso ya no es una preocupación para ellos.

El Perchas echa el cierre después de casi 60 años, desde que abrió en el lejano 1955. Pilar y Vicente heredaron el nombre original, con una curiosa historia que no está del todo clara. El primer dueño, cuando puso el bar, no hallaba un nombre adecuado relata él-. Se bajó hasta Andalucía para ver si encontraba algo que le gustara pero se volvió sin lo que buscaba. Al final, la idea final surgió de unos amigos, descendientes de Huércanos y que tenían una empresa relacionada con los transportes  a los que llamaban los perchas y de los que acabó sacando el nombre.

El sexagenario negocio ha permanecido apenas sin cambios estéticos, con un aspecto que encajaría perfectamente entre esas tascas de barrio de Cuéntame, fiel a sus señas de identidad, a su mítico cartel con el dibujo de la cabeza de un cerdo feliz, a sus vetustos banderines del Atlético de Madrid y a esa radio de las antiguas colgada de dos clavos junto a la ventana por la que Pilar le ha pasado día sí y día también las orejas a Vicente directamente de la cocina a la barra. Decoración escasa y limpieza. La gente no entra aquí por su atractivo, bromea con sorna la propietaria, y eso que destaca que muchos les han pedido que se mantuvieran firmes en no cambiar nada porque ese era el encanto del lugar. Su valor es la oreja, y ese es un motivo de orgullo para la veterana pareja, que muestra su satisfacción por el éxito popular alcanzado, desde la humildad y la modestia, por dos personas que han trabajado mucho para sacar adelante su bar.

Gustos clásicos

A estas alturas de la historia, El Perchas se mantenía como uno de los pocos dedicados exclusivamente a un pincho, aunque no siempre había sido así. Mientras que en este bar se evolucionó de una amplia barra a la especialización, la evolución de la célebre zona logroñesa ha ido por otros derroteros (por lo que se ve y lo que abren), con locales nuevos que presentan una gran variedad de pinchos, siguiendo el ejemplo de San Sebastián.

Pilar admite que no le gustan los grastrobares. Ella y su marido han disfrutado siempre que han podido de la Laurel como clientes, al otro lado de la barra, y coinciden en su preferencia por los pinchos tradicionales como la tortilla, el pincho moruno, el morrito o el champiñón.

Cuando Pilar y Vicente se vayan se perderá el pincho de oreja rebozada del Perchas. Hay bares en que las ponen también, aunque están ya fritas y las calientan en el mocroondas, no las hacen en el momento como nosotros, puntualiza ella. No saben iguales. Podrán saber mejor o peor, pero desde luego iguales no, concluye él.

 

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