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Ni ilustres ni conocidos

MARCELINO IZQUIERDO - EL CRISOL

Viernes, 24 de octubre 2014, 22:43

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Recorriendo el casco urbano de Logroño, el paseante avezado puede observar la cantidad de calles que el Ayuntamiento sigue dedicando a perfectos desconocidos y, todavía, a un buen número de golpistas que llevan engrosando el callejero local desde los oscuros tiempos del Régimen.

La calle de Primo de Rivera, don Miguel, está dedicada a un dictador que detentó el poder siete años tras alzarse en armas contra el Gobierno. Víctor Pradera fue un político carlista fusilado en Pamplona, sin ningún vínculo con La Rioja. El general Sanjurjo murió en un accidente aéreo dos días después del 18 de julio cuando volaba a Burgos para asumir el mando del golpe de Estado. Antonio Sagastuy, requeté y concejal sedicioso logroñés, tuvo la mala suerte de ser uno de los primeros caídos en combate del bando franquista. El mérito de Jorge Vigón es haber sido el ministro de Franco que inauguró la estación del tren en 1958. Y así seguiríamos con Yagüe, Martín Ballestero, Calvo Sotelo, Capitán Cortés...

Mientras tanto, hay decenas de logroñeses y riojanos ilustres que, sin embargo, no gozan de tal privilegio, y eso que lo merecen mil veces más. Veamos: el retórico Marco Fabio Quintiliano, Santa Oria, Santo Domingo de Silos, el filósofo jesuita Rodrigo de Arriaga, el músico García Fajer 'el Españoleto', el historiador Martín Fernández de Navarrete, el político Manuel García Herreros, el militar Martín Zurbano, el compositor Pedro Albéniz, el general Domingo Dulce, el científico Mariano de la Paz Graells, San Ezequiel Moreno, el pedagogo Manuel Bartolomé Cossío, el compositor Santiago Lope, la cantante Lucrecia Arana, el matemático Sixto Cámara, el violinista Celso Díaz, el cabo Suceso Terrero...

Recorran Pamplona, Zaragoza o Palencia, y se darán cuenta de que allí no olvidan a sus hijos.

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