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TERI SÁENZ
LOGROÑO.
Jueves, 8 de febrero 2018, 23:42
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El discurso que pronunció el 8 de septiembre contra la tramitación de la Ley de Transitoriedad convirtió a Joan Coscubiela (Barcelona, 1954) en un símbolo imprevisto de la razón y la templanza frente a los autoritarismos. Sindicalista de largo recorrido y diputado primero en las Cortes por Iniciativa per Catalunya-Verds y a partir del 2015 en el Parlament como portavoz de la coalición Catalunya Sí que es Pot, Coscubiela asiste ahora desde fuera de la primera línea política a una situación intrincada frente a la que plantea «microsoluciones».
-¿Se atreve a vaticinar qué va a ocurrir en Cataluña?
-La experiencia demuestra que los guiones pueden alterarse en diez segundos, así que no tengo ningún pronóstico, aunque sí algunas intuiciones. La primera, que Puigdemont no va a ser presidente de la Generalitat. Y eso lo sabe todo el mundo, incluso él. También intuyo que los letrados del Parlament harán una interpretación flexible de legalidad abriendo un tiempo muerto en que se pueda encontrar una solución y que el TC se reafirmará en su auto. Me temo que todo ello no sirve para despejar el interrogante más importante: si el candidato Puigdemont va a seguir jugando al gallina presionando a ERC para devolverle la mala jugada que le hizo a él el 26 de octubre (cuando frenó su pretensión de convocar comicios).
-La única evidencia es que ni el artículo 155 ni la repetición de elecciones han disipado el horizonte.
-Lejos de solucionar nada, la aplicación del 155 ha encrespado mucho más el ambiente, porque los tribunales nunca van a llenar el vacío dejado por la falta de propuestas políticas que todos esperan hace tiempo del Gobierno Rajoy y, desgraciadamente, nunca ha querido tomar.
-¿Existe alguna salida posible?
-No hay una única y mágica solución. No entender eso ha sido, precisamente, el problema tanto del independentismo como de Rajoy. Lo que caben son algunas microsoluciones. La primera, intentar salir del empantanamiento en que está la situación, y eso solo es posible enfriando el conflicto y buscando algo que los sindicalistas conocemos muy bien: cuando un acuerdo sobre el fondo de algún tema es imposible la clave es buscar la salida en un pacto del desacuerdo. No resulta fácil ni rápida, porque demasiada gente ha estado cavando este pozo durante mucho tiempo. La solución, como le digo, no es única ni estará en una victoria, porque ni el independentismo va a desaparecer como fuerza muy importante ni tiene capacidad para doblegar al Estado español. La situación de impotencias mutuas que se produce en Cataluña hace que la única vía posible sea pactar el desacuerdo.
-¿Y ser fiel a la legalidad, como usted defendió en aquella intervención en el Parlament contra la Ley del Referéndum que le valió tantos halagos como críticas internas?
-Sí. Un respeto a la legalidad por todas las partes y renunciar a manipular las instituciones. Es una condición imprescindible, aunque no suficiente porque debe ir acompañada de iniciativas políticas que puedan canalizar el conflicto. En otras palabras: sin ley no hay solución pero sólo con ley, tampoco.
-¿Qué parte de culpa asume por parte de Catalunya Sí que es Pot y la coalición en torno a Podemos que luego sufrió un notable retroceso en los comicios del 21D?
-Ante conflictos binarios tan duros como éste, de sí o no, cualquiera que intente construir puentes corre el riesgo de ser el primero que acabar dinamitado. Una parte de la ciudadanía entendió el 21D no cómo la posibilidad de buscar acercamientos, sino de levantar espadas y mazos, seguir dando golpes. Hasta que ese ambiente no se sustituya por otro en que tender puentes no se interprete como una debilidad sino como fortaleza, el camino va a ser complicado y ahí juegan un papel crucial los medios de comunicación, a donde se traslada una polarización absoluta. Cada uno vive dentro de la burbuja comunicativa que le da seguridad a sus planteamientos excluyentes y dicotómicos, pero los medios deberían jugar a ser más ayudantes de conciencia crítica que unas fábricas de hooligans .
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