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Ana Muñoz posa con su marido y tres de sus cinco hijos en el desierto de Arabia Saudí. :: A.M.L.
El encanto del desierto

El encanto del desierto

Ana Muñoz Lopera Logroñesa en Riad (Arabia Saudí)

DIEGO MARÍN A.

Martes, 31 de octubre 2017, 23:57

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Del frío Canadá a la calurosa Arabia Saudí pasando por Japón. La logroñesa Ana Muñoz, filóloga inglesa, vivía en Viguera, junto al río Iregua y fundó tanto la academia de idiomas Tic Tac Talk English Center como la casa rural La Casa Verde. Viajó por el mundo hasta que regresó a La Rioja en el 2000, pero hace tres años sintió que «era hora de volver a la aventura y aceptamos una oferta de trabajo en Riad, capital de Arabia Saudí».

«Somos una familia muy viajera y aún no conocíamos los países del Golfo Pérsico», recuerda Ana, quien viajó junto a su marido, que ejerce de profesor de Historia en el mismo centro donde ella imparte clases de Literatura Inglesa, y tres de sus cinco hijos, puesto que los otros dos viven uno en Singapur y otro en Nueva Zelanda. «Al principio fue difícil adaptarse a una sociedad tan distinta», confiesa Ana.

El tiempo casi todo lo arregla y Ana considera que es «muy enriquecedor» para sus hijos, quienes, ahora mismo, «tienen muchos amigos y están integrados con otros niños de todo el 'middle east': libaneses, palestinos, jordanos, egipcios, yemeníes y, por supuesto, de otros países europeos y americanos». No obstante, advierte, «allí hace muchísimo calor», aunque el desierto cuenta con sus puntos positivos: «El cielo es todo un espectáculo, es increíble», además de que «en algunos lugares se pueden ver miles de corales fosilizados de lo que en su día fue el fondo del mar». Las ruinas de Madain Saleh, las rocas grabadas de Jubbah, los asentamientos de Al-Ulah... son algunos de los destinos de la familia de Ana Muñoz durante los fines de semana.

«Lo que más echo de menos es el verde del valle del Iregua, un buen paseo junto al río o las vistas del castillo de Clavijo, pasear por los montes y ver los colores del otoño», confiesa esta riojana, al margen de añorar «a la familia, los amigos, los cafés en una terraza o el bullicio de la calle San Juan un viernes por la noche». Y a pesar del aparente contraste entre el paisaje y la cultura, Ana encuentra cierta semejanza entre el carácter de los riojanos y los árabes: «Les gusta salir, reunirse en los parques cuando refresca y compartir su comida y té con desconocidos... Al igual que los riojanos compartimos unas chuletillas».

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