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CONTAR LA VIDA

DAÑOS COLATERALES - LUIS JAVIER RUIZ

Viernes, 3 de noviembre 2017, 00:26

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Siempre he pensado que no hay mejor profesión que la de periodista. Estoy convencido de que no hay un oficio más absorbente, más exigente y menos agradecido que este. «Tengo horario de prostituta», confesaba el miércoles en San Millán de la Cogolla la periodista colombiana María Jimena Duzán.

Seguramente también estará entre los más vilipendiados y criticados. Quizá, incluso, entre los más odiados. Aquí pasa como con la selección: junto al seleccionador que todos llevamos dentro hay un periodista. Muchos son los que piensan que pueden ejercer el oficio. Es más, no son pocos los que están convencidos de su ¿capacidad? para hacerlo mejor que quienes realmente nos dedicamos a esto de juntar palabras para contarle a usted la vida. ¿Verdad? Por eso siempre he pensado que los periodistas tenemos un lado oscuro, masoquista, al que le gusta que de vez en cuando le den un capón, que le humillen en las redes sociales, por correo electrónico o le amenacen con llevarle al juzgado por explicar qué pasó aquel día en aquella calle. Por todo eso, contar la vida enamora. Tiene algo de «libidinoso» como ayer explicaba Mario Jursich, periodista cultural, poeta, escritor y traductor colombiano. «El mejor oficio del mundo», decía en 1996 en Los Ángeles el nobel Gabriel García Márquez.

Entre todas sus virtudes, la que más me gusta de Futuro en Español es la conversación que se establece entre el periodismo de aquí y el de allá. Porque en muchas ocasiones en España hablamos en voz baja del periodismo, como avergonzados, como si tuviéramos que pedir perdón por querer contar las cosas. ¿Por qué un periodista tiene que ocultar el micrófono para no ser agredido en Barcelona? ¿Por qué grupos de neonazis acosan a informadores en función de la cabecera para la que trabajan?

Germán Rey, Mario Jursich y Héctor Feliciano son tres periodistas del otro lado del charco. Ellos fueron los protagonistas de dos talleres que ayer reunieron en el Espacio Lagares a un buen número de futuros reporteros (de los buenos, de los de verdad). Mientras aquí se habla de que el papel está muerto, de que las redes sociales son suficientes para informarse correctamente y se administra cicuta a los medios tradicionales, ellos trasladaron una pasión y un amor por este oficio que sólo es capaz de alumbrar Sudamérica. Paradójico cuando en no pocos países latinoamericanos las 'fe de erratas' se rubrican con una 'balasera'.

«Hay calidad más allá de la crisis. Hay mucho periodismo más allá de la crisis», dijo Germán Rey, que reivindicó la necesidad de narrar historias. En eso, Gabo era el mejor. Por eso puso en marcha el premio que lleva su nombre: «No basta con ser bueno, es necesario que se sepa». Las 80 páginas que tienen en sus manos están repletas de grandes historias. Están repletas de periodismo. Cuídenlo.

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