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La ganadería y el lobo, sin cuentos

La ganadería y el lobo, sin cuentos

Una reflexión ilustrada sobre la presencia del lobo y sus consecuencias en la sierra de La Rioja

JUAN MIGUEL DOMéNECH GARCÍA

Martes, 2 de mayo 2017, 17:26

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No son tiempos fáciles para el sector agrario y, por tanto, para la ganadería y la agricultura, que tienen que luchar entre otros problemas con los precios bajos de venta de sus productos y con gastos de explotación cada día más elevados. Salvo en algunos casos de cultivos y zonas concretas, como podría ser el caso de la viña en La Rioja, la rentabilidad de las explotaciones precisa de las ayudas al campo para poder cerrar los balances con sus cifras en verde por muy tenue que este sea.

En este panorama, el sector agrario necesitaría ser valorado por la sociedad tanto por su papel de productor de alimentos y vertebrador del territorio como por contribuir a preservar el equilibrio medioambiental en la montaña con su actividad ganadera.

En este contexto aparece una actividad agraria, la ganadería extensiva o ganadería ligada a la tierra, formada por las ovejas, cabras y vacas de carne que crían corderos, cabritos y terneros cuya esencia productiva se basa en el aprovechamiento a diente de los recursos vegetales espontáneos que ofrece el medio ambiente y que ocupa un espacio natural de desarrollo en la sierra riojana.

La gente

En toda la sierra riojana, la población es muy escasa, envejecida y con una sustancial dedicación ganadera que es, en muchos pueblos, la actividad económica mayoritaria.

Las tres comarcas agrarias serranas contaban en el año 1986, según el padrón municipal, con una población de 9.496 habitantes, cifra que en 2014 baja un 14% hasta 8.176 habitantes.

El caso concreto de Las 7 Villas (Mansilla, Canales de la Sierra, Villavelayo, Brieva de Cameros, Ventrosa, Viniegra de Arriba y Viniegra de Abajo), representa un ejemplo de la difícil situación poblacional existente al comprobar que en 2014 las personas que vivían realmente en los siete pueblos eran 202, lo que representaba una población media de 29 habitantes por municipio, siendo Viniegra de Arriba con 12 habitantes el menos poblado y Viniegra de Abajo con 46 el más poblado. Estos datos no concuerdan con los del padrón municipal que integra las personas empadronadas pero que a veces viven en otros lugares.

En esa misma fecha los datos obtenidos mostraron que de los 202 habitantes reales, 87 eran jubilados (43%), y que de las 71 personas activas de la zona 32 eran ganaderos (45%).

Esta situación de Las 7 Villas sería muy parecida en el conjunto de los pueblos serranos.

Ganadería extensiva

La fotografía actual de esta actividad ganadera muestra una imagen de continuo descenso general en España de censos y explotaciones, sobre todo en ovino y en caprino. En el caso del ovino, se plasma en La Rioja en una pérdida de 309 explotaciones y 98.521 ovejas en 2016 en relación a la situación del año 1995.

El mayor descenso se produce en la zona del valle, pero en la sierra, por las características que presenta desde un punto de vista social, cultural y medioambiental, la disminución de explotaciones y censos tiene otras consecuencias. Si se considera la evolución del ovino en las tres comarcas agrarias de sierra, el descenso en explotaciones y censos en ese periodo 1995-2016 es de 39 (26%) y 14.625 (27%), respectivamente.

Son muchas las causas de esta situación y, en relación concreta con la ganadería extensiva en la sierra, se enumeran algunas de las más significativas:

1 Condiciones y tipo de trabajo muy difíciles sometido a las variaciones extremas de las condiciones meteorológicas en un medio como la montaña, que requiere un esfuerzo añadido en el trabajo con el ganado.

2 Imposibilidad de disfrutar de vacaciones por dedicación al ganado durante todo el año.

3 Poca rentabilidad del trabajo con precios de corderos y cabritos bajos y en algún caso inferiores a los de hace muchos años.

4 Constante incremento en los costes de producción: piensos, forrajes, combustibles y servicios en general.

5 Población ganadera muy envejecida.

6 Lejanía de los centros urbanos y, por tanto, dificultades de acceso al ocio y a los servicios públicos y privados.

A estas debilidades se ha sumado en los últimos años una amenaza clara y concreta: los efectos muy negativos que se están produciendo por los ataques continuados del lobo a la ganadería extensiva en el suroeste de La Rioja, en las 7 Villas, que si no se remedian y se encuentran soluciones, serán la gota que colme el vaso y origine el abandono de la ganadería en el territorio y, por tanto, de la población.

No debe extrañar que el relevo generacional ante esta situación sea mínimo.

El medio ambiente

La ganadería, además de riqueza y vida a los pueblos, aporta otras muchas cosas que la sociedad urbanita no conoce, como que los habitantes de la sierra son los responsables de la conservación de los inmensos paisajes de la montaña, adornados con bosques y pastizales, construidos con su presencia y su trabajo tras siglos de actividad en la montaña.

Otros efectos son incluso menos conocidos, como la simbiosis de la montaña y el ganado, donde la primera aporta el medio de vida, el alimento vegetal, y el ganado fertiliza el suelo, disemina semillas, favorece el crecimiento de la masa forestal y la alimentación de la fauna salvaje y dibuja y crea un espacio en la montaña tan característico como el pastizal, que es un foco de diversidad donde se desarrolla la flora pascícola, nidifican las aves y permite la vida de una abundante microfauna.

Por otra parte, no se puede olvidar el importante papel que tiene la ganadería extensiva al reducir y controlar el matorral y el sotobosque con su pastoreo, evitando o mitigando los efectos devastadores del fuego. Lo triste es que cuando se reconoce por fin hoy este papel, en muchas zonas de montaña ya no se cuenta con el pastoreo y la presencia de ningún animal doméstico que pueda realizar esa labor porque han desaparecido.

La presencia del lobo

Con la llegada del lobo a Las 7 Villas todo cambió.

Poco conoce la sociedad de la presencia del lobo y sus efectos y consecuencias en la sierra de La Rioja, salvo las noticias que aparecen en los medios de comunicación de asociaciones y colectivos defensores a ultranza del lobo, de ahí que sea necesario aportar datos veraces y objetivos que den una visión de la realidad sobre un asunto que tiene tanta trascendencia, implicaciones y consecuencias.

Tras varios lustros de ausencia del lobo en la sierra riojana, se constata de forma oficial, a través de los ataques al ganado registrados en 1995, su vuelta en la puerta de entrada a La Rioja, en Las 7 Villas, zona fronteriza con Burgos y Soria.

A partir de ese momento cambian las reglas de juego por los efectos de la acción del lobo en la actividad ganadera de la zona, lo que se puede apreciar con los datos oficiales de la Administración medioambiental, que señalan que a partir de 1986 y hasta 1996 se han registrado 191 ataques al ganado con un resultado de 958 reses muertas.

Tras un tiempo sin datos oficiales, entre 1997 y 2004, comienza un nuevo periodo 2005-2016 en el que la actividad del lobo se incrementa, sobre todo en los últimos años, mostrando las cifras oficiales la existencia de 1.031 ataques con el resultado de 2.881 pequeños rumiantes afectados: 2.540 muertos y 341 heridos. (ver gráfico Ataques del lobo)

En ambos periodos, el total de animales afectados asciende a 3.839 tras 1.222 ataques, cifra que tendría que hacer reflexionar.

Asímismo, en el periodo 2005-2014, constan oficialmente 25 ataques a terneros y potros, con un total de 19 y 6 ejemplares muertos, respectivamente.

Las cifras son oficiales, claras y elocuentes e indican una situación grave con consecuencias de todo tipo. Por una parte, pérdidas económicas calculado el lucro cesante, valoradas en el periodo 2011-2016, ambos incluidos, en 325.817 euros, con un máximo en 2016 de 83.979 euros y un mínimo de 23.050 en el año 2014, lo que indicaría una pérdida media por rebaño en los seis últimos años de 2.690 euros.

La acción del lobo, además de impedir la actividad económica normal, implica en el ganado muerte, situaciones muy desagradables y la angustia del ganadero que cada día no sabe qué se va a encontrar cuando por la mañana va a su aprisco o al pastizal. La vida en el pueblo se altera y la tensión y la ansiedad afloran.

Imagínese a un habitante de la ciudad que comprobara por la mañana un robo en su negocio u oficina. Y ello varias veces al año. ¿Cómo se sentiría?

Entre tanto, el ganadero, en silencio, intenta en lo que puede adaptar sus hábitos a la situación, lo que se traduce en intensificar su trabajo cerrando los animales por la noche cuando es posible, incrementar exageradamente sus desplazamientos por el monte, e incluso pasar las noches al raso durmiendo en los pastos muchos días en su coche con la compañía de sus ovejas y sus mastines, esperando tener la suerte de que no aparezca el lobo. Todo esto se traduce en un incremento extra de los gastos de mano de obra, de combustible, de alimentación de mastines..., todos cuantificables y que merman los resultados económicos finales de las granjas, sin contar con los efectos perniciosos para la calidad de vida de las personas. Los ganaderos no quieren subvenciones ni indemnizaciones, sólo quieren que se les deje ser ganaderos, sin ataques y muertes de su ganado. Han sido 136 los ataques a los rebaños en 2016 con el resultado de 392 reses muertas y 56 heridas en los 19 rebaños de ovejas que quedan en la zona, repitiéndose los ataques a lo largo del año. (ver gráfico Ovino en Las 7 Villas, pag. 2)

A las dificultades que acompañan a la ganadería serrana, los efectos del lobo como se ha señalado, son la última gota que colma el vaso con la consecuencia que en algunos casos ya ha supuesto el abandono de varias granjas en Las 7 Villas.

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