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¡Cuidado con los CFD!

martín torres gaviria

Domingo, 9 de abril 2017, 20:48

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Acomienzos del siglo XVI los Países Bajos, Alemania, todas las Españas, plazas importantes de Italia y las Indias Occidentales estaban bajo el mandato de Carlos V. Era un buen partido, todas las monarquías europeas se lo rifaban y querían casarlo con sus princesas. Pero él tenía un problema: no tenía un duro, es decir, un ducado. Así que pensó que ésa era su oportunidad y por tanto lo que debía hacer es saber elegir

Ese es uno de los principales problemas actuales de los ahorradores, que están todo el día preguntándose ¿dónde invertimos? La respuesta es complicada, todo depende de nuestro perfil ahorrador, pero también de saber elegir. En este mercado financiero tan escaso de rentabilidad puede que caigamos en la tentación de comprar productos milagrosos y sea peor el remedio que la enfermedad. Y me refiero a los CFD. Sé que no es un producto financiero que esté muy comercializado, pero quiero alertar a mis lectores, antes de que alguno lo contrate, de las características tan peculiares del producto. Y así evitar sustos posteriores.

Los CFD (contracts for differences), en español Contratos por Diferencias, son contratos que un inversor, usted o yo, hacemos con un tercero, generalmente una entidad financiera, y acordamos intercambiarnos la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta de un determinado activo subyacente, que puede ser cualquier valor de bolsa, índice bursátil o tipos de interés. Un ejemplo sencillo podría ser: compramos 1.000 Contratos por Diferencia (CFD) referenciados a las acciones de Telefónica a 10¤ cada uno. Tendríamos que desembolsar 10.000¤. Pero el sistema admite el apalancamiento. Quiere esto decir que nos permiten jugar diez mil euros pero depositar solo un porcentaje. Esto es un arma de doble filo porque tenemos la posibilidad de ganar más y también de lo contrario. Si nos consienten aportar solo un 10% de lo jugado, solo pondremos 1.000¤ para un contrato de 10.000¤. Si la acción de telefónica sube un 5% ganamos 00,00¤ (5% de los 10.000 ¤ jugados) pero como solo hemos desembolsado 1.000¤ supone una rentabilidad ficticia del 50%. Si creemos que el subyacente va a subir de precio compramos CFD y si estimamos que se va a depreciar vendemos CFD. La realidad de este producto es que no se negocia en un mercado organizado, se denomina OTC (Over The Counter) con escasas referencias normativas y de fiscalización. La posibilidad del apalancamiento, jugar un gran capital sin desembolso inicial, aumenta considerablemente su riesgo. Es un producto extremadamente volátil y la base de muchos CFD está en Chipre. La Comisión Nacional del Mercado de Valores está avisando de los riesgos de este producto. El 80% de los inversores de CFD han sufrido pérdidas. Por tanto no se dejen guiar por cantos de sirena que luego viene lo que viene. Decimos que no sabíamos nada, que nos han engañado y si perdemos que nos devuelvan el dinero. Y al final quien paga es el contribuyente: usted y yo.

Carlos V deshojando la margarita dejó para el final a sus dos primas: la inglesa María Tudor y la portuguesa Isabel de Avis. Les dio calabazas a los ingleses, se enfadó Enrique VIII y le exigió a nuestro monarca, sin éxito, cuatrocientos mil ducados como desagravio (hoy diríamos lucro cesante). Se decantó por la portuguesa; no en vano su padre era, en ese momento, el rey más rico de la cristiandad. Carlos V recibió como dote novecientos mil doblas de oro que calculado grosso modo son unos noventa millones de euros actuales. Hay que reconocer que nuestro monarca no erró. Se financió sin cargas e Isabel de Portugal fue una excelente reina y extraordinaria mujer.

Hay que saber elegir.

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