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LUIS J. RUIZ
Domingo, 22 de enero 2017, 18:39
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El despacho de Julián Blázquez es amplio, pero austero. Apenas un crucifijo, un par de sillas y un equipo informático del que silencia la música clásica que ambienta el espacio. Sobre la mesa, un grueso compendio de normas eclesiásticas abierto por el apartado 'El dolo ...
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