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Con los dedos cruzados

PPLL

Sábado, 7 de enero 2017, 00:47

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La cuenta atrás ha comenzado. A partir del 20 de enero el mundo será un lugar mucho menos previsible. La toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos abre una etapa de incertidumbres. La llegada al sillón de mando del planeta de un millonario populista y provocador sin ninguna experiencia política se antoja una maniobra de alto riesgo, un desafío a las endebles costuras que sujetan los consensos internacionales. Media humanidad aguantará la respiración y la otra media cruzará los dedos cuando Trump reciba dentro de tres semanas los códigos del maletín nuclear.

Como ocurrió poco antes con los británicos y el 'Brexit', el castigo de los estadounidenses a su clase política amenaza con volverse en su contra. Votar con las tripas es como perder los estribos en las discusiones familiares que a veces estallan en las tertulias que siguen a las celebraciones navideñas de estos días. Hay quien se deja arrastrar por la pasión y dice cosas de las que se arrepiente a la mañana siguiente. El desahogo puntual puede ser balsámico, pero visto en perspectiva tiene más inconvenientes que ventajas. Seguro que muchos de los que apoyaron a Trump pensarán cuando le vean subir las escaleras de la Casa Blanca que más les valdría haberse quedado en la cama el 8-N. Van a ser cuatro años muy largos.

El terrorismo yihadista, mientras tanto, mantiene su estrategia de desestabilización ante unas democracias incapaces de articular respuestas efectivas sin desmantelar los sistemas de libertades que son su razón de ser. La conversión de simples camiones en armas de destrucción masiva en Niza y Berlín confirma la impresión de que es imposible garantizar la seguridad total y anticipa que Europa va a tener que convivir con el fenómeno. Las elecciones presidenciales en Francia (en primavera) y, sobre todo, las federales en Alemania (otoño) serán cruciales para adivinar el rumbo de un continente enfrentado a un dilema emponzoñado. Puede que también llamen a las urnas en Italia, donde aún se llora a los 281 muertos que dejó el terremoto de agosto en el centro del país.

Envenenado se antoja también el camino hacia la paz de Colombia después del rechazo en referéndum al acuerdo entre el Gobierno y las FARC, penúltimo estertor del movimiento de las guerrillas que deslumbró hace medio siglo a varias generaciones y que ha perdido este año al más carismático de sus líderes, Fidel Castro, que ha muerto de viejo en una Habana rodeada de sombras.

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