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Vista cenital hocicuda.
Las mordeduras de víbora en La Rioja aumentan debido al calor

Las mordeduras de víbora en La Rioja aumentan debido al calor

Ocho personas han requerido atención hospitalaria por la dentellada del reptil en los primeros ocho meses del 2016, el doble que en el mismo periodo del 2015

Pilar Hidalgo

Sábado, 17 de septiembre 2016, 22:17

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Todos los años se dan casos, pero el sofocante estío de este 2016 ha duplicado el número de atenciones hospitalarias por mordeduras de víboras en La Rioja respecto del 2015. Al Servicio de Urgencias del Hospital San Pedro han llegado entre enero y agosto de este ejercicio ocho pacientes con dentelladas de estos reptiles. Durante el mismo periodo del pasado año entraron cuatro, la mitad de casos, según datos facilitados por la Consejería de Salud.

¿A qué se debe la mayor actividad de estas serpientes? El biólogo y jefe de área de Programas de Educación Ambiental de la Dirección General de Medio Natural, Carlos Zaldívar, explica que las víboras tienen «un régimen de vida nocturno», pero «necesitan calor para moverse». Así, durante el verano aprovechan para abandonar su retiro y salir a recargarse de energía en «las horas con temperaturas menos extremas», esto es, al punto de la mañana o al atardecer. De este modo, rechaza que este año este reptil prolifere más que en otros, como así consideraban en algunas zonas como las Siete Villas, donde se han registrado varios ataques de víboras a personas. Refiere que estos animales son «muy poco prolíficos y no tienen grandes camadas», lo que ocurre es que en este tiempo «nuestros hábitos y los suyos coinciden en las mismas horas y por eso las vemos más». Suelen buscar el sol posándose sobre el asfalto o sobre piedras calientes.

El también autor de la 'Guía de los anfibios y reptiles de La Rioja' concreta que en nuestra región viven dos de las tres especies presentes en España. Se trata de la víbora áspid y de la víbora hocicuda. La primera, mucho más abundante en nuestra comunidad, habita en las zonas de montaña, salvo en la llanada de la cuenca baja del río Oja y en La Rioja Baja, ya que necesita roquedos y una cierta humedad ambiental. La segunda, con menor presencia, se distribuye por áreas de influencia mediterránea, no montañosas y sin cultivar, como las cuencas altas de los ríos Cidacos y Alhama y, escasamente, en la cuenca baja del río Tirón.

No se encuentran desde hace siglos en el valle, roturado desde antiguo para la agricultura. Por estas zonas bajas, también por la sierra, se arrastran las culebras. Éstas se distinguen de las víboras porque carecen de hocico y su pupila adopta una forma redondeada, frente a la vertical del ojo de las víboras. Y, sobre todo, porque las culebras no tienen veneno en la mayoría de los casos (la única ponzoñosa que habita en La Rioja es la culebra bastarda y no cuenta con sistema inoculador).

Escasa peligrosidad

La potencia del veneno de la víbora áspid y de la hocicuda resulta «muy parecida», subraya Zaldívar. No obstante, remarca que su peligrosidad es «mínima». Indica que en España se registran una media de 130 hospitalizaciones por mordedura de víbora cada año, de las que menos del 1% termina en fallecimiento del paciente.

El médico de Urgencias y responsable de la Unidad de Corta Estancia (UCE) del Hospital San Pedro, Valentín Lisa, precisa que quienes pueden presentar una mayor sensibilidad a la dentellada de una víbora son los ancianos, los niños y las personas con patologías crónicas.

«Las serpientes en La Rioja no resultan especialmente venenosas, como las de países tropicales, por lo que la gravedad del caso depende más de las características individuales», reseña el facultativo.

Lisa incide en que debe mantenerse un principio de precaución. «No hay que meter la mano en la hojarasca, ni el pie en la maleza. Y si se ve una serpiente, hay que alejarse. El animal sólo ataca si se siente agredido», comenta. Si no se ha podido evitar la mordedura, señala que resulta fundamental mantener la calma y acudir lo antes posible al médico de Atención Primaria para que valore la conveniencia de un traslado al hospital en función del tipo de reacción local que se produzca. Antes, el afectado puede limpiar la lesión con agua y jabón, pero sin manipularla.

Si por el tipo de reacción se ha aconsejado una evacuación al hospital, el paciente permanecerá en observación entre 6 y 48 horas. El tratamiento de estos cuadros se realiza con antiinflamatorios, antibióticos y, en los casos más graves, con suero antiofídico.

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