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Jesús (cuarto por la izquierda) con el equipo francés de lucha libre.:: D.Arenzana
El luchador calagurritano

El luchador calagurritano

La historia del segundo olímpico riojano (y el primero que debutó): era de Calahorra, y compitió en lucha grecorromana... por Francia

Pío García

Domingo, 28 de agosto 2016, 00:53

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La historia del olimpismo riojano arranca con la egregia figura de Perico Escobal, logroñés, ingeniero industrial, republicano y defensa titular del Real Madrid durante diez años. Escobal fue convocado con la selección española de fútbol para disputar los Juegos Olímpicos de París del año 1924..., pero no llegó a debutar. Perico fue suplente en el único partido que el equipo nacional jugó en la capital francesa: fue el 25 de mayo en el estadio parisino de Colombes, frente a Italia. Tras un partido bronco y con mucha polémica arbitral, cayó España 1-0 por culpa de un gol en propia puerta de Pedro Vallana, jugador del Arenas Club de Guecho. Como entonces no había cambios, Perico se quedó con las ganas de saltar al césped. Pero al menos le cabe el honor de inaugurar la nómina de riojanos olímpicos.

Su testigo lo tomó 24 años después otro insólito deportista: Jesús Arenzana (Calahorra, 1918), que participó en los Juegos Olímpicos de Londres 1948..., con el equipo francés de lucha grecorromana. Jesús cayó en segunda ronda, aunque al menos sí que saltó al tapiz, se batió el cobre y acabó undécimo. Arenzana se convirtió en un icono de la lucha francesa después de la Segunda Guerra Mundial: fue cinco veces campeón nacional y cuando murió, en el 2011, el periódico 'Sud Ouest', el más vendido de la región bordelesa, le dedicó un cariñoso obituario titulado «El luchador ha bajado los brazos». Pero quizá sus paisanos se pregunten hoy qué demonios hacía un mocetón calagurritano defendiendo a golpes la enseña tricolor.

Jesús dejó Calahorra a los siete años. Emigró a Francia con sus padres, Leandro y Francisca, su hermano y tres de sus hermanas en 1925. La cuarta, ya casada, se quedó en España. «Se fueron por motivos sobre todo políticos. Mi abuelo tenía una ideología libertaria», recuerda Colette Arenzana, hija de Jesús.

Trabajador de astilleros

La familia Arenzana se afincó en Burdeos. Jesús se adaptó bien a la vida francesa y aprendió rápido su nuevo idioma, aunque jamás olvidó el castellano. «Lo utilizaba con su familia y cada vez que volvía a Calahorra, pero no en casa -indica Colette-, porque mi madre, una bordelesa de pura cepa, no conocía una sola palabra de español». Jesús entró muy joven a trabajar en los astilleros de la Gironda (Burdeos) y empezó a practicar lucha grecorromana casi por casualidad: «Le gustaba el deporte, pero sobre todo quería ganar un poco de peso. A los 16 años sólo pesaba 39 kilos y creyó que la lucha le ayudaría a ganar músculo». Y tanto: Jesús (Jésus en francés) compitió en categoría ligera o gallo, fue cinco veces campeón de Francia y formó parte del equipo nacional galo de lucha libre. «Él no era un camorrista y no se pegaba con nadie fuera de la competición, pero como buen español tenía carácter y no se dejaba pisar», advierte su hija.

Asentado en Lormont, al norte de Burdeos, Jesús regresó a La Rioja, de visita, varias veces. Tuvo cuatro hijos: Jacques, Josette, Colette y Martine. «Yo estuve por última vez en Calahorra el año pasado, con mis primas, y me gustaría regresar cuanto antes -confiesa Colette-; tengo la sensación de que allí también estoy en mi casa».

Jesús Arenzana solicitó la nacionalidad francesa a los 21 años, dos años antes de casarse y nueve antes de competir en los Juegos Olímpicos. Un destino que el hijo de Leandro, el anarquista, jamás hubiese soñado cuando correteaba de crío por las calles de Calahorra.

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