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Testimonios desde la oscuridad

Testimonios desde la oscuridad

Dos riojanos emprenden acciones legales tras perder visión por un producto defectuoso

África Azcona

Lunes, 8 de agosto 2016, 20:53

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Al menos dos riojanos han perdido la visión de un ojo como consecuencia de una operación quirúrgica en la que se usó una partida defectuosa del producto oftalmológico compuesto por perfluoroctano. El arnedano José Ignacio Sáenz, de 50 años, y una mujer de Logroño dispuesta a romper su silencio pero desde el anonimato entraron en el quirófano para ser operados por un desprendimiento de retina y, lejos de corregir el problema -con un éxito en el 96 por ciento de los casos-, se encontraron con un daño irreparable: necrosis de la retina y atrofia del nervio óptico, es decir la pérdida casi total de un ojo, por el que ahora sólo ven sombras. Ante la gravedad de las secuelas, los dos han reclamado daños y perjuicios a los hospitales respectivos de Pamplona y Logroño donde les realizaron la intervención por ser estos quienes han prestado el servicio al paciente, «sin perjuicio de que dichos servicios puedan reclamar por su parte indemnizaciones al fabricante», según expone el abogado Carlos Gómez Menchaca, encargado de las tramitaciones.

En el caso de José Ignacio, quedó parcialmente ciego al aplicarle en el Hospital San Pedro, en febrero del 2015, el compuesto por perfluoroctano de la marca Ala Octa, comercializado por un laboratorio alemán, y, en el caso de la mujer, recibió en octubre del 2013 (consta como la primera afectada en todo el país) en la Clínica Universitaria de Navarra una 'marca blanca' del cuestionado producto, fabricado en Turquía. Los dos están ahora en manos del bufete de Gómez Menchaca, desde donde se atienden 62 de los 119 casos ya reconocidos por la Agencia Española del Medicamento. Aunque podría haber más. «Seguramente, muchos de los afectados ni se imaginan que su ceguera pueda deberse al efecto de determinados lotes tóxicos», señala convencido de la necesidad de que estos testimonios salgan a la luz.

«La partida se repartió entre 15 clínicas privadas y me tocó a mí», señala sin poder evitar la rabia la logroñesa que hasta hace poco consideraba el suyo un caso aislado y producto de la mala fortuna. «Han estado dos años ocultándome lo que pasó, de haber sabido la verdad me hubiera ahorrado mucho sufrimiento; tenía metido en la cabeza que el problema era mío y tenía miedo de que se repitiera.», comenta. La operación iba a ser pura rutina. Sin embargo, no fue como esperaba. «Los problemas empezaron desde el principio, tras la operación no veía nada y hoy sólo distingo sombras. Con un 20% de visión en un ojo no puedo leer ni escribir,», relata esta logroñesa a la que no le falta coraje para afrontar la situación. No ha dejado de hacer frente a las mismas cosas de siempre. Ha intentado que la vida siga igual, renunciando eso sí a los deportes de riesgo... «He abandonado el submarinismo que tanto me gustaba». Cuando ocurrió no sabían qué había pasado, «me dijeron que tenía dañada la mácula., pero no me dieron una explicación. Fue, de repente, en octubre pasado cuando recibió una llamada. «Luego me enteré de que en junio había habido una alerta y de que estaban obligados a llamar.», lamenta.

El testimonio de José Ignacio sigue el mismo guión, aunque en su caso poco después de la fallida operación, se le complicó el ojo sano. «Empezó a ver moscas como consecuencia de desgarros en el fondo ocular por el sobreesfuerzo que debía hacer», comentaba ayer su esposa Gloria, que en su caso defiende la labor del Servicio Riojano de Salud, que les envió una carta reconociendo lo ocurrido. Su caso se desencadenó «por un vial ofrecido con todas las garantías por un comercial», ya que el San Pedro, según el abogado, no ha aplicado ningún lote de Ala Octa. Las muestras no se aplicaron a nadie más.

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