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Imagen de los muros del centro penitenciario de Logroño tras la maleza.
Una cárcel saturada

Una cárcel saturada

Los sindicatos denuncian un déficit de personal de al menos 35 trabajadores en una prisión en la que conviven con 333 internos, pese a que su capacidad se limita a 275

Carmen Nevot

Lunes, 23 de mayo 2016, 20:05

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Son las ocho de la mañana de un día cualquiera, el momento del recuento de internos. Funcionarios de los grupos V1 y V2 -la V es de vigilancia- recorren a diario y a esa hora los pasillos de la cárcel para comprobar que estén todos y que estén en perfectas condiciones. Es la primera de las tareas diarias del personal que está en contacto directo con los presos -entre 10 y 12 por el día y 6 por la noche-, la primera de lo que se ha convertido en una auténtica carrera de obstáculos.

Los números no encajan y menos aún desde que comenzaron las obras en el módulo 4, el de menores y destinos, y se cerraron sus 44 celdas. Todos sus inquilinos se mudaron al '5', el de larga duración y el de los conflictivos. El mismo en el que cumplió pena Arnaldo Otegi, un interno que, tal como aseguran los representantes de los sindicatos mayoritarios de prisión, APFP y ACAIP, «no dio ni una guerra».

La mudanza agudizó aún más el problema de saturación del módulo 5. Presos veteranos, desgastados por años de cárcel, empezaron a compartir sus celdas con los 28 de destinos, es decir, con aquellos que trabajan en cocina, mantenimiento o limpieza, y algún 'menor' de hasta 23 o 25 años a los que en ocasiones les buscan las cosquillas. De las 52 celdas individuales, buena parte han pasado a ser dobles y eso alimenta momentos de verdadera tensión. «Está constatado que a partir de 50 internos la conflictividad sube», indica el representante de la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP).

La situación del módulo 5 no es más que el botón de muestra. El 7, destinado en principio a los novatos y condenados por delitos sexuales, es una olla a punto de ebullición. En sus 48 celdas duermen más de 90 reclusos y todos ellos conviven a diario con los 28 de destinos que realizan ahí su actividad. En total, más de 120 internos haciendo vida normal en un ambiente caldeado, de espacios reducidos, y que el 80% de los días están vigilados por un solo funcionario que se dedica exclusivamente a abrir y cerrar puertas.

«Lo que pasa en el interior se nos escapa, no hay manera de controlar si se pegan o no», señala el mismo representante sindical. Afortunadamente no son habituales los roces en un centro penitenciario como el de Logroño, de la categoría 2.2, que indica un nivel de conflictividad bajo, «pero la sensación de que puede pasar algo está continuamente ahí». Temen los funcionarios que el calor de este verano prenda la mecha y la convivencia entre los reclusos se haga imposible.

Este mismo lunes, UGT denunciaba un incendio el pasado sábado, al parecer, provocado por un interno que quemó su colchón y acabó con dos presos y tres funcionarios heridos.

El nivel de saturación es tal que, según detallan, una vez terminada la cena, los funcionarios abren las galerías y el 80% de los reos regresa a sus celdas, en lugar de quedarse en las colapsadas salas de televisión hasta las 21 o 21.15 horas, momento límite en el que las rejas se cierran hasta las 8 de la mañana del día siguiente.

Enfermería, punto y aparte

El módulo de enfermería, que como cualquier otro dispone de su comedor y su patio, es un cóctel molotov. Allí residen los internos que padecen alguna enfermedad psiquiátrica y a día de hoy sus 25 camas están ocupadas, así que cuando un recluso enferma y debe pasar unos días en este espacio, la única solución es trasladar provisionalmente al preso psiquiátrico más leve a cualquier otro módulo. Sin duda, desde hace un tiempo es el más conflictivo y pese a ello sólo hay un funcionario vigilando a unos internos que necesitan muy poco para que salte la chispa. Lo cuenta un portavoz sindical mientras muestra una herida de guerra: uno de sus dedos embutido en una férula.

El problema de fondo es una combinación explosiva de varios factores. Por un lado, la endémica falta de funcionarios -174 en total, pero sólo entre 10 y 12 por turno en contacto directo con los presos durante el día y 6 por la noche- y por otro, el aumento de la población reclusa (333 en total), especialmente ahora con el módulo 4 en obras para reacondicionar las celdas y arreglar las duchas. Una situación extraordinaria que cuando se ha producido en otros centros se ha solventado trasladando internos. En Burgos, por ejemplo, también en obras, de los 530 presos se han llevado a 178; lo mismo que en el Dueso (Cantabria). En Logroño, lejos de adelgazar, la población reclusa ha aumentado en 20. Internos que, según detallan los portavoces de ACAIP y APFP, «ni siquiera han pedido venir aquí. Muchos solicitaban Nanclares de Oca (Álava) y acaban aquí».

Cárceles a medio gas

El panorama no tiene visos de mejorar ni a corto ni a medio plazo. A las obras en el módulo 4 le seguirán sucesivamente el resto de módulos, y habrá que compatibilizarlas con la instalación de un sistema de comunicación entre internos y funcionarios en el 6 y 7, al que obliga el Defensor del Pueblo. La causa de esta situación es la crisis, que también ha pasado el rodillo. Las raquíticas convocatorias de plazas y la ausencia de concursos de traslados desde el 2012 están haciendo mella no sólo en Logroño, también en regiones vecinas. Pamplona funciona a medio gas, lo mismo que Zuera (Zaragoza) e incluso Nanclares. Y todo por falta de personal.

Para el próximo año está prevista la convocatoria de más de 500 plazas para toda España, una cantidad «insuficiente», apunta el representante de ACAIP, para corregir el déficit de personal en Logroño, donde, según sus cálculos, serían necesarios 35 funcionarios más, sólo para «compensar los grupos y hacer una labor mínima, no satisfactoria».

Cada día en prisión es un 'déjà vu' y al igual que la jornada anterior, los cursos que organizan Cruz Roja, Proyecto Hombre o Rioja Acoge son imposibles de vigilar y se desarrollan en presencia exclusiva del monitor «cuando debería haber un funcionario controlando la actividad». Esto se suma a la amalgama de nacionalidades y, por tanto de culturas, y a las incompatibilidades entre presos, como las que hay entre Adrián Velasco, Gonzalo Bailón y Francisco Javier León, condenados por los asesinatos de 'El Sevi' y del crimen de Vara de Rey, que no pueden coincidir en ningún momento y bajo ninguna circunstancia en el centro penitenciario.

Los internos de FIES, DAESH y ETA

La puntilla son los internos FIES, los que requieren un especial seguimiento, como los dos hombres y una mujer asturiana, incluidos en este fichero por su vinculación con DAESH; o los dos presos de la banda terrorista ETA, también en el fichero, en el mismo en el que figuran los 16 agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado presos en Logroño.

La diferencia de estatus, aunque parezca baladí, es otro foco de tensión. Antes existían talleres productivos que servían de fuente de ingresos para comprar tabaco o café y desde que ninguna empresa traslada su producción a la nave que se levantó en el centro penitenciario a cambio de mano de obra barata, los internos con menos recursos tienen que mendigar cigarrillos entre el resto de presos y, en ocasiones, con un resultado incierto.

También en las celdas se nota quien tiene mayor o menor fortuna. El formato de todas es similar, una cama, un radiador que hace de parapeto del inodoro, un lavabo, una mesa de estudio y poco más. El resto, como televisores, comida... o bien lo consiguen en el economato o lo compran a través de una persona que se encarga de ello.

El malestar de ACAIP y la APFP no concluye aquí. Recientemente critican que se ha aprobado un protocolo de agresiones al personal de la administración dejando fuera a los funcionarios de prisiones cuando sólo el año pasado este colectivo denunció 140 agresiones en toda España y la mayoría de ellas muy violentas.

Diario LA RIOJA trató infructuosamente de recabar la opinión sobre todas estas denuncias del director de la prisión logroñesa, Vicente Pérez Corral, antes de la publicación de este artículo.

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