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Despertarse de un coma... laboral

Despertarse de un coma... laboral

El anunciado portazo de Altadis reabre viejas heridas sin cicatrizar en la plantilla de Electrolux, que cumple ya 10 años de su cierre

ROBERTO GONZÁLEZ LASTRA

Jueves, 31 de marzo 2016, 17:35

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El mismo guión con distintos actores. La historia de Electrolux se repite justo diez años después con Altadis. La Rioja vuelve a ser escenario del rodaje de otro gigantesco drama laboral despojado de guiños cómicos y en el que no hay lugar siquiera para una mínima dosis de suspense. El final feliz vuelve a ser impensable. Eso lo saben mejor que nadie los ex trabajadores de «la Zanussi», de cuyo cierre se ha cumplido el décimo aniversario este 31 de marzo.

«Como ocurrió con nosotros, para la multinacional los trabajadores son números y la planta riojana una simple chincheta en su mapa del mundo», coinciden los entrevistados. El anunciado desmantelamiento de la fábrica de cigarrillos de El Sequero ha supuesto para ellos un mazazo anímico que ha reabierto viejas heridas aún sin cicatrizar. Pese al tiempo transcurrido, los recuerdos duelen y desde el 19 de enero, fecha en la que Altadis soltó el bombazo, el escozor se ha agudizado.

«Cuando una multinacional lanza los primeros rumores de cierre es que ya tiene todo diseñado y decidido. Al principio no te lo crees, luego sueñas con convencerles y que cambien su decisión, pero al final al trabajador no le queda otra que luchar para conseguir las mejores condiciones posibles antes de marcharse a su casa a tragarse todo eso y rumiar su futuro», resumen Juan Luis, Miguel Ángel, Sara, Miguel, Isabel, Marian, Álvaro, Carlos, Jesús... Apenas una pequeña muestra de las 600 familias que hace una década sufrieron el portazo de Electrolux.

«Tienen que luchar, ser una piña y tirar para adelante con esperanza, aunque no es fácil», aconsejan a sus compañeros de Altadis, conscientes de que la situación económica de España y La Rioja nada tiene que ver con aquella del 2006, una época de prosperidad, de burbuja inmobiliaria, de pleno empleo y de despreocupaciones laborales que luego la crisis se encargó de dinamitar.

«Drama», «shock», «mazazo», «angustia» son los términos más recurrentes. «Sientes que te parten la vida, que te rompen todos los sueños, pero lo peor es lo que dura la pesadilla hasta el cierre. En nuestro caso fue una agonía de año y medio y, claro, pierdes la ilusión y se te quitan las ganas de ir a trabajar porque entrar a la empresa se convierte ya en un suplicio», recuerdan de aquel proceso que arranca en octubre del 2004 con un expediente de regulación de empleo, con cinco días de cierre hasta final de año para los 454 empleados de la plantilla y 22 días más para los operarios destinados en la línea 'Combi-Bottom'. Medio año después, en abril del 2005, el diagnóstico fatal: la planta riojana de Electrolux ha dejado de ser viable. La multinacional sueca ha diseñado un plan de reestructuración de la división de frío y los cuatro modelos que se fabrican en la factoría riojana se trasladarán a las dos nuevas plantas recién inauguradas en Hungría y a las dos existentes en Italia. El comité de empresa y toda la plantilla se movilizan y, tal como ha ocurrido ahora con Altadis, tratan primero de demostrar con cifras y documentos la rentabilidad de la fábrica de Fuenmayor y de sumar apoyos, primero de las instituciones -Gobierno de La Rioja, Parlamento regional, ayuntamientos y Ministerio de Industria- y luego de la sociedad riojana, con concentraciones semanales, cada jueves en el Espolón.

A mediados de junio, lo que ya se barruntaba se transforma en cruel certeza cuando la dirección de la compañía ratifica su veredicto. El fallo pone en marcha el diálogo para consensuar un plan social para el desmantelamiento y cierre de la planta y dan comienzo unas tensas negociaciones condimentadas con el endurecimiento de las medidas de presión por parte de los empleados, que rubrican el final de cada asamblea con concentraciones de protesta y cortes de tráfico en la N-232.

La primera oferta de la dirección, 30 días de indemnización por año trabajado hasta 24 mensualidades, crece en julio a 37 días y 30 mensualidades, con prejubilaciones a partir de los 54 años. La proposición es rechazada con rotundidad por el comité de empresa, que se encierra en la fábrica. La multinacional responde con 42 días por año trabajado, un fijo para los empleados con menos antigüedad y la posibilidad de traslados a la planta de Alcalá de Henares. Electrolux mejora su propuesta tras el verano y aprovecha la reunión de primeros de septiembre para desvelar la fecha de ejecución de la factoría riojana: el 31 de marzo del 2006. La plantilla opta por echar el resto y convoca huelga en la empresa, una manifestación en Logroño el 13 de septiembre y una marcha a Madrid el 16. La movilización en la capital de España, con concentraciones ante la sede central de la multinacional y frente al Ministerio de Industria, concluye con una contundente carga policial. Sin embargo, tres semanas después, el 3 de octubre, dirección y comité cierran el preacuerdo del plan social -52 días por año trabajado y un tope de 48 meses, un fijo de 7.000 euros y prejubilaciones a partir de los 52 años- que a continuación rubrica la asamblea de trabajadores.

José Luis Rubio en la memoria

Es el principio del fin de la planta riojana. El 16 de diciembre salen 105 operarios con su carta de despido bajo el brazo, la misma misiva que recibe el grueso de la plantilla el 31 de marzo, fecha del cierre definitivo de una factoría en la que ya solo quedarán 77 empleados, medio centenar hasta abril y el resto hasta junio, para rematar el desmantelamiento de una instalación que había nacido en Fuenmayor en 1976 bajo el nombre de 'Ibérica de Electrodomésticos'; que en 1984 creció, ya dentro de Electrolux, bajo la marca Zanussi; que en los 90 firmaba el 18% de las exportaciones riojanas al exterior; y que el 22 de mayo del 2000, sólo seis años antes del portazo, se vistió de gala con la visita de los Reyes de España para inaugurar una nueva línea que parecía augurar un prometedor futuro que alguien, sentado a miles de kilómetros, decidió truncar.

Hoy, diez años después, el recuerdo de lo que fue aún duele, lo mismo que tantas promesas incumplidas de industrialización de unos terrenos hoy sin vida, convertidos en huerta de placas solares. Una década después, la mayoría de aquellos trabajadores habían logrado despertar del coma laboral y mirar con optimismo al futuro, pero Altadis les ha obligado a echar la vista atrás, revivir la agonía y rememorar a algunos compañeros que se quedaron por el camino, como José Luis Rubio González. «A él, aquello le costó al vida. Así de triste y así de duro», aseveran.

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