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«Mi abuelo se salvó agarrado a una tabla»

«Mi abuelo se salvó agarrado a una tabla»

Hace cien años se hundió frente a las costas de Brasil el 'Titanic' español, un barco construido por armadores de origen riojano y en el que fallecieron 455 personas

ENRIQUE OLMEDO/P. G.

Sábado, 26 de marzo 2016, 22:31

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Logroño. Lo bautizaron 'Príncipe de Asturias'. Era un lujoso transatlántico español de dimensiones hercúleas: tenía 140 metros de eslora, capacidad para 1.900 pasajeros y desplazaba 16.500 toneladas. Parecía, como el Titanic, indestructible. Pero acabó, como el Titanic, en el fondo del océano.

La naviera 'Pinillos, Izquierdo y Compañía', fundada en 1840 por Miguel Martínez de Pinillos y Sáenz de Velasco, empresario nacido en Nieva de Cameros y afincado en Cádiz, había construido el mayor trasatlántico español. Botado en 1914, el vapor 'Príncipe de Asturias' cubría la línea -entonces tan popular- entre Barcelona y Buenos Aires.

A las 04.15 horas del 5 de marzo de 1916 el barco navegaba envuelto en una espesa niebla, cerca de Isla Bella en la costa de Brasil, entre Río de Janeiro y Sao Paulo. A las 04.25 horas, el buque colisionó violentamente contra un arrecife, a unas cincuenta millas (80 kilómetros) de la costa brasileña. Por efecto del golpe, se abrió un enorme boquete en la bodega de proa y el agua invadió los barracones donde viajaban los emigrantes, explotaron las calderas, hubo un apagón y en apenas cinco minutos de furia, el océano se tragó al buque más señero de la navegación comercial española. Solo sobrevivieron 57 pasajeros y 86 tripulantes. Fallecieron 445 personas... O quizá más, porque siempre se dijo que en las bodegas del barco se hacinaban varias decenas de polizones. El capitán, José Lotina, nada pudo hacer. Ordenó lanzar al mar los botes salvavidas, envió un SOS y quedó atrapado. «Todo está perdido... ¡Dios mío! ¡Pobre gente!», dijo. Instantes después, una ola gigantesca engulló el puente de mando.

Hubo, sin embargo, gente con suerte. El riojano Carmelo Irazola García-Jalón logró sobrevivir. Hoy evoca su historia su nieto, un abogado de Logroño con el que comparte nombre y apellido. «Con 27 años mi abuelo ya había estado en México intentando hacer fortuna como torero», explica Irazola. Tras fracasar en el intento de vestir un traje de luces, volvió a Logroño, donde, «decepcionado por las aventuras» que había corrido, decidió emigrar a Argentina. Se desplazó a Barcelona y el 17 de febrero de 1916 embarcaba en 'El Príncipe de Asturias'. Irazola puso rumbo hacia una nueva vida junto con otros doce logroñeses; una nueva vida que acabó en el fondo del océano Atlántico para todos..., menos para él. «Mi abuelo salvó la vida agarrado a una tabla», detalla Irazola. Aunque el abuelo Carmelo murió cuando el hoy abogado tenía apenas ocho años y no le gustaba demasiado recordar aquellas peripecias, su hijo se preocupó de poner por escrito aquellas vicisitudes. Agarrado a aquel tablón, Irazola aguantó varias horas flotando en el mar hasta que un buque alemán lo recogió, junto con otros supervivientes.

La vida le concedió esa segunda oportunidad que Irazola había buscado tan afanosamente. Llegó finalmente a Buenos Aires, donde trabajó en una gran firma comercial argentina durante catorce años. Allí conoció a una riojana con la que se casó en tierras argentinas. Pero siempre se sintió atraído por su patria chica. Conoció mundo, pero «siempre aseguraba no haber visto tierra mejor que la ribera del Ebro», dice hoy su nieto. Regresó a Logroño, ya con mujer y dos hijos, en 1930.

Una historia que estuvo a punto de torcerse para siempre hace ahora cien años, cuando el vapor 'Príncipe de Asturias', el orgullo de la naviera Pinillos, Izquierdo y Compañía, chocó contra un arrecife y se hundió a pocos pasos de Isla Bella, frente a las costas de Sao Paulo.

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