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En Logroño. Thomas Foullait, con su burro, su perro y su amigo Santiago, posa en la capital riojana, en plena Ruta Jacobea.
El Camino que le parió

El Camino que le parió

Sus padres se conocieron en Toulouse y después de nueve meses de ruta Thomas nació en Santiago. Ahora, con 27 años, revive aquella peregrinación en burro

Víctor Soto

Sábado, 6 de febrero 2016, 21:46

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Thomas Foullait estaba harto. Durante veintisiete años escuchó una historia en la que él era protagonista pero de la que realmente no participó. Ni un solo recuerdo personal, solo unas fotocopias ajadas que saca de su mochila con un punto de pudor. De lo que estaba harto Thomas era de que todo el mundo le considerase el hijo del Camino.

Sus padres, Yves Fouillat y Nadège Dussart, culminaron la Ruta Jacobea en 1988. La intención de su padre era llegar al Himalaya, pero cuando atravesaba el este de Europa, antes de la caída del Muro de Berlín, se dio la vuelta. Alguien le habló del Camino, por entonces casi olvidado, y su vida cambió. A la aventura se llevó acompañantes. Primero un burro, luego otro, después una cabra y finalmente una mujer. Cerca de Toulouse nació un amor que germinó, nueve meses después, en Santiago de Compostela. Allí llegaron como peregrinos auténticos, viviendo del Camino y de la música, y decidieron que en la capital gallega debía nacer, a los pocos días (el 3 de julio) Thomas Jacobo Noé, al que desde entonces se ha considerado el peregrino más joven del Camino.

En el Camino

  • -Menos peregrinos españoles

  • 262.500 personas hicieron en 2015 el Camino, según los datos de la Oficina de Peregrinos de Santiago, donde se expide la Compostela. Fueron 25.000 más que en 2014. España aportó el 46,6% del total, frente al 53,4% de extranjeros. Italianos (8,4%), alemanes (7,1%) y estadounidenses (5,2) encabezan el ránking.

  • -En enero se habla coreano

  • Este pasado enero la Oficina recibió a 1.304 peregrinos, la mayoría extranjeros. Llama la atención el número de coreanos. Uno de cada cuatro extranjeros procedía de aquel país, donde un libro sobre el Camino lleva años entre los más vendidos.

  • -Un correo para contactar con Thomas

  • Thomas quiere que su peregrinación sea «un viaje abierto». Y pide que quien quiera contactar con él lo haga a través de su Facebook o del correo electrónico cronn74@hotmail.com

La historia llenó páginas de periódico aquel verano gallego. «Se podía hacer un símil muy fácil con la historia de Jesucristo: la marcha, el burro, el nacimiento...», comenta. Y olvida decir que a sus padres, en la ruta, les llamaban María y José. «Hasta el arzobispo se reunió con ellos y les ofreció bautizarme, pero lo rechazaron», asegura el joven Foullait. Porque no se considera católico, sino «amante de la filosofía, tanto cristiana, como musulmana o judía...». Y, sobre todo, paladín de la libertad. «Soy un anarquista del amor», sentencia con seguridad, sin importarle que la frase suene cursi.

Veintisiete años después de ver el mundo junto al Obradoiro, el joven francés quiere vivir sus propias experiencias, sentir su Camino. «Desde que empecé a andar, el 31 de octubre en Toulouse, me he dado cuenta de que ya no me importa contar mi historia. Quiero ser el hijo del Camino pero no por orgullo ni vanidad, sino por la espiritualidad».

Y no va solo. Thomas se ha convertido en el líder sin cargo de una curiosa caravana, que recuerda la que acompañaba a sus padres. La forman él, su perro Ulk, su asno Calimero, un carro y su nuevo amigo Santiago. Cada uno tiene su historia. La última es la que más divertida le parece a Thomas. «En Roncesvalles me encontré con Santiago, que es de Santiago de Compostela y vuelve a su casa. Yo no voy a mi hogar, pero sí a donde nací», indica en una especie de trabalenguas que corrobora su compañero de viaje, un joven de 18 años que ha dejado aparcado Segundo de Bachillerato para, alentado por su madre, abrirse al mundo, algo de lo que no se arrepiente cuando atravesando la calle Ruavieja de Logroño se acuerda de sus compañeros de pupitre. «Pobres infelices», dice con una sonrisa radiante.

La historia de Ulk explica todas las demás. El perro iba a ser el compañero de viaje de Thomas en su primer intento de hacer el Camino. Pero en Bargota (Navarra), hace unos años, cayó rendido por la edad y los kilómetros. «Volví a Francia y pensé en esperar a que muriera para retomar la idea de volver a Santiago», recuerda. «Pero lo que realmente deseaba era hacer el Camino junto a mi perro. Es una cuestión de responsabilidad, que es lo que falta actualmente en las personas», sentencia. Por eso ideó el carro y compró a Calimero, un joven asno dócil, tocado con una concha de peregrino, que se lanza a la carrera en cuanto ve el más mínimo desnivel. Desde el carro, Ulk controla todo y devora kilómetros recostado como un patricio romano en su silla de mano.

De moda en Alemania

Todo es tan especial en la historia de Thomas que parece caer en el tópico cuando sentencia que «el Camino cambia a la gente». Sin embargo, para él no lo es. «Creo que para cambiar el mundo hay que empezar por uno mismo y viajar así es una gran forma de hacerlo. Desde que marcho tengo más confianza en la vida y en la gente», relata antes de recordar «dos o tres experiencias malas, que no son nada comparadas con los centenares de buenas».

Cuando Thomas llegue a Santiago, se sumará a los miles de extranjeros que cada año culminan el Camino. En 2015 fueron 140.000 (el 53% del total) frente a los 122.000 españoles (47%). Esa es la tendencia. Cada vez hay más peregrinos extranjeros y menos nacionales. Y se ha notado, sobre todo, un incremento de alemanes, atraídos por el fenómeno literario Bueno me largo, ahora llevado al cine, en el que Hape Kerkeling, el humorista y presentador de televisión más famoso del país, relata sus aventuras como peregrino a Santiago. Más de cinco millones de germanos han comprado este best seller y a muchos les ha entrado ganas de imitar a Kerkeling.

Pero volvamos al Camino del joven Thomas, peregrino con móvil pero sin GPS («solo un mapa») que no pone mala cara a ducharse con agua fría ni a dormir en una tienda al aire libre. «Vivir el día a día no tiene nada de malo», dice y añade: «Cuando sales a la calle te das cuenta de que la gente es maravillosa». Él regala sonrisas y también las recibe, aunque alguna anciana se asuste cuando lo ve rondando cerca de una iglesia y las fuerzas de seguridad le paren para identificar a tan extraña comitiva («solo para atravesar Pamplona hablamos con cuatro patrullas», recuerda).

Todo es muy diferente a esa ruta idealizada y pura por la que transitaron sus padres: «Ellos llegaban a un pueblo, hablaban con el cura, y dormían en la iglesia o les buscaba un alojamiento». Ahora, según Thomas, «el dinero manda». Los albergues, las rutas predeterminadas, el ambiente... En ocasiones el viaje se convierte en una dolorosa contrarreloj para unos peregrinos que más parecen turistas: «Nosotros no vamos cumpliendo objetivos, sino viviendo el Camino. Si nos gusta un sitio, nos quedamos un día o dos». Aunque también reconoce que la peregrinación «marca a fuego». «En Roncesvalles, de cada diez personas que comienzan el viaje hay nueve turistas y un auténtico peregrino. En Compostela ya hay diez peregrinos», sentencia.

Lo dice el hijo del Camino al que, cuando le ofrecieron firmar en Suiza «un contrato fijo con un sueldo de 3.000 euros al mes decidió dejarlo todo. «¿Qué iba a hacer con ese dinero? ¿Tener un gran coche? ¿Cenar en buenos restaurantes? Dos tercios se los habría acabado dando a una ONG».

Su madre está emocionada

Ahora, su sueño es seguir hasta Compostela en un viaje más interior que físico en el que también le acompañará, durante unos días, su madre Nadège. «Está emocionada con la idea, quiere recuperar sus recuerdos», dice. Y es que la ruta, como escribía Kavafis, no es el polvo de las sendas ni la belleza de la meta: «Ítaca te brindó tan hermoso viaje./Sin ella no habrías emprendido el camino./Pero no tiene ya nada que darte».

Entonces, tras admirar el Pórtico de la Gloria, Thomas seguirá hasta Finisterre. Ése es su objetivo final porque «los peregrinos llegaban a la costa antes de que existiese una motivación religiosa». Y, sentado junto al mar, aguardará el ocaso. «Para mí, ése es el símbolo del Camino de Santiago. El hombre frente al sol, que no representa más que sus demonios», reflexiona. Y después, el destino seguirá moviendo las cuerdas. Aunque Thomas y su novia (que en esta ocasión se ha quedado en Toulouse), tienen en mente un proyecto distinto y, cómo no, vinculado a la Ruta Jacobea: «Hemos pensado en crear una casa filosofal en el Camino, abierto a la espiritualidad de todas las religiones». Mientras el peregrino lo cuenta con emoción, Calimero trota libre por un parque de Logroño y empieza a ramonear. Todavía hay algunos que solo piensan con el estómago.

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