Borrar
Familias enteras de trabajadores, en lucha por sus puestos de trabajo.
Cajetillas de amargura

Cajetillas de amargura

Economías y sueños rotos; hipotecas sin pagar; bebés y otros futuros hijos que ya no nacerán; incertidumbre y angustia: así es el 'rodillo' de Altadis

Alberto Gil

Domingo, 24 de enero 2016, 17:31

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Altadis es una empresa singular. Tabacalera fue un monopolio español que data, nada más y nada menos, que de 1636: la compañía de tabaco más antigua del mundo. Hasta 1999 fue una empresa pública y, quizás por ello, son comunes 'dinastías' familiares: abuelos, padres, hijos... Incontables matrimonios han salido de la factoría de cigarrillos, primero en Once de Junio y, desde 1979, en la factoría de Agoncillo.

Hasta hace no demasiado tiempo, entrar a trabajar en Tabacalera era como contratar un seguro de vida laboral. Qué padre no desearía para sus hijos la estabilidad que ofrecía el funcionariado público, la antigua Caja de Ahorros de La Rioja... o Tabacalera. Diego Estebas pertenece a una de esas sagas: «Mi madre está en el turno de mañana, yo en el de tarde...; también está mi tía, trabajó mi tío hasta que se jubiló, mi cuñado, un primo...». Antaño, la bolsa de trabajo de la compañía eran las propias familias de los trabajadores: «Si se moría un antiguo empleado su hijo entraba; si era un trabajador en activo se le ofrecía a su mujer...», explica Diego.

Él, ya con proceso de selección, entró a formar parte de Tabacalera en el año 2000, con el nacimiento de Altadis por la fusión con la francesa Seita. «Tengo la titulación de FP en electricidad y, tras pasar las pruebas, te sientes afortunado porque pensabas en un puesto para toda la vida». Fue Nati, su madre, que trabaja en el turno de mañana, quien avisó a Diego sobre las 10 de la mañana del pasado martes. «'¡Que cierran hijo..., que nos quedamos todos sin trabajo!', me dijo». «Estaba llorando y yo me quedé blanco». Diego explica que aún no ha asimilado la noticia: «Pasas por la sorpresa, la rabia... y todavía la incredulidad».

En este sentido, pese a que todos los trabajadores eran conscientes de la bajada de producción, nadie esperaba una noticia tan rotunda e irrevocable: «Llevaban meses poniéndonos una venda en los ojos; en las pantallas de televisión, en los carteles del comedor, en los pasillos... se insistía machaconamente en que la factoría riojana era la mejor de todas, la más puntera tecnológicamente y la de más capacidad profesional». «En diciembre del 2015 -continúa el trabajador- el presidente de Imperial Tobacco dijo que no se cerraría ninguna fábrica en Europa el año próximo y que el grupo había mejorado un 20% sus beneficios».

Un mes después, sin embargo, la dirección convocó de urgencia a los trabajadores del turno de mañana a una asamblea. Allí, Ian King, director general para Europa Occidental de Imperial Tobacco, leyó a los trabajadores un comunicado de cuatro páginas en inglés en el que confirmaba la decisión de cierre irrevocable para el 30 de junio: «A mí me llamó mi mujer, también llorando, para que fuera corriendo porque cerraba la factoría».

Quien recuerda el momento es Abel Ibáñez, que entró en Altadis en el año 2000. Allí conoció a su actual mujer, con la que tiene un hijo. Sus padres, de él y de ella, también trabajaron en la empresa. «Cuando llegamos a casa no sabes si reír o llorar». «Sí recuerdo que el niño nos dijo en casa: 'papi y mami, tristes...'».

Tras 40 años

Pasados los 40 años, el matrimonio ha visto saltar por los aires la estabilidad económica que una empresa como Altadis ofrecía: «Por supuesto, tenemos hipoteca y, de una forma de vida desahogada ya que los sueldos son buenos, hasta privilegiados, de la noche a la mañana lo perdemos todo», lamenta Abel.

El trabajador considera difícil su reinserción: «No hay trabajo, he pasado los 40 y los traslados a Cantabria no están claros». Abel sigue sin entender lo sucedido: «Habíamos pasado todas las reconversiones, la de La Rioja era la única fábrica de cigarrillos que quedaba en España y pensábamos que era estratégica para el sur de Europa». «Podíamos temer recortes salariales, de personal con prejubilaciones, pero nuestra generación, todavía joven, había asumido ya el control de la fábrica y cada día nos hacían ver que éramos supercompetitivos». Abel apunta una de las posibles claves del cierre: «En Logroño procesamos únicamente el tabaco y se envía sin empaquetar a otras fábricas europeas y ahí está la auténtica facturación».

En cualquier caso, el trabajador no entiende la decisión: «La de Agoncillo no es una fábrica antigua, las máquinas están preparadas para hacer una gran producción y supongo que ahora se las llevarán a Polonia, que tiene costes laborales más baratos, y a Alemania, que es más cara pero allí gobierna Merkel y es intocable».

Jordi Guasch vivió un cierre previo similar, cuando en el año 2009 echó la persiana Altadis-Alicante: «Fue una gran bofetada para la región, que estaba en plena crisis inmobiliaria y creo que también lo será para La Rioja porque son muchos empleos». «Pero esta vez ha sido mucho más duro: entonces tenía 29 años y sin cargas familiares; ahora estoy casado y tengo una hija, riojana, y tenemos cariño a esta tierra». Jordi recibió la noticia por la llamada de un compañero, mientras desayunaba con su mujer: «Estábamos hablando de dar un hermanito a la niña...».

En Alicante, Altadis se comprometió también, para quienes no accedieron a las jubilaciones ni pudieron ser recolocados, a intermediar con una empresa externa para encontrar empleos en otras compañías: «El plan duró apenas un año, hasta que se acabaron las ayudas públicas supongo; cumplido ese plazo o los trabajadores aceptaban la realidad de salarios mucho más bajos o simplemente quedaban en la calle».

En 'shock'

Los tres empleados de Altadis aseguran que la gente sigue en 'shock': familias íntegras que pierden todos sus ingresos de golpe, proyectos de vida truncados; hipotecas recién constituidas... y una tenue esperanza: que en la fábrica de Cantabria, la única que seguirá abierta en España, se fomenten las prejubilaciones y se abra una puerta para los 291 trabajadores de los 471 que no entran en la edad de corte: «De momento -apuntan los protagonistas de esta historia-, no se ha ofrecido ninguna vacante, pero es una planta en la que unos 180 trabajadores tienen más de 51 años (edad corte de prejubilación) y es posible que en la negociación con los sindicatos se abra alguna puerta».

En cualquier caso, los tres son conscientes de que dicha opción, si se confirma, probablemente sólo prolongaría la agonía: «Llegará un día, más temprano que tarde, en que también decidan cerrar; la empresa gana dinero con el tabaco, pero si puede ganar más, no dudará en hacerlo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios