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Un vecino limpiando la bajera de su vivienda durante la noche del lunes en San Asensio. :: s. tercero
«La carretera parecía un río»

«La carretera parecía un río»

El estado de las viñas planea en un vecindario entregado en cuerpo y alma a sus vides

MIGUEL MARTÍNEZ NAFARRATE* mmnafarrate@diariolarioja.com

Miércoles, 2 de septiembre 2015, 09:57

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Desolador. San Asensio presentaba en la mañana de ayer un aspecto desolador. Las zonas bajas del pueblo sólo permitían imaginar el impulso de una riada y todo su material de arrastre hasta que las cunetas fueron recibiendo toda la avenida de agua, tierra, piedras y desperdicios hasta que el relieve frenó la dañina cascada.

La lluvia afectó con doble impulso. En el primero avisó y apedreó. En el segundo, remató. Con la noche encima, San Asensio vivió lo peor. Calles aptas para el piragüismo de aguas bravas, pero eran los vecinos los que daban paladas desde sus casas para tratar de evitar las filtraciones de agua y achicar lo que ya era un torrente.

Retirada de enseres de los bajos, maquinaria, electrodomésticos, comestibles... Juan Carlos Torres, Arancha Romo y Mari Carmen Maestu mueven los escobones y los recogedores. Hay barro a manta. Parece un trabajo faraónico. Allá donde se clava la vista hay lodo. Torres explicaba que «se veía que venía piedra, pero no anticipamos tanto viento. Las viñas están hechas un desastre. Media jurisdicción de San Asensio está en el aire, pero si es que la carretera de acceso parecía un río».

Arancha Romero asentía y aventuraba: «creo que en San Asensio muchos ya han vendimiado, esa es la sensación que tengo».

A Mari Carmen Maestu la segunda descarga le sobrevino, como a muchos vecinos de San Asensio, en la salida de la iglesia. Novena devota en honor a la virgen de Davalillo previa a las fiestas.

«Lo de casa se puede arreglar, lo del campo no»

«Nos tuvimos que quedar en la iglesia un buen rato hasta que pudimos volver a casa. Llegué helada de frío y me tuvo que ayudar el sargento a entrar en el portal porque por aquí no se podía andar». Resignada, Mari Carmen decía: «Lo de casa se puede arreglar, pero lo del campo, no».

Gonzalo Miguel tuvo el tiempo justo de sacar el coche y el tractor del garaje antes de la gran avenida. Se formó una presa en la trasera de su casa tras el pilón y como el agua no hacía más que crecer en el interior de la vivienda tuvieron que romper la puerta de su cochera. «La cava ya no tragaba más agua y la casa soportaba la presión así que no hubo más remedio que romper la puerta a hachazos y golpes», explicaba abatido y con las señales de no haber pegado ojo en toda la noche.

Consuelo Miguel y Jorge Lecea viven uno frente al otro. Motobombas y limpieza antes de pensar en otra cosa. «Aquí se formó un embudo y se nos vino todo encima», declaraba Lecea, mientras Consuelo se afanaba en meter en un cajón todo lo que el agua desalojó de su casa.

El alcalde, Juan Francisco Blanco relataba que «frente a situaciones así poco se puede hacer. La coordinación, la limpieza y paliar los daños es lo urgente antes de la evaluación de daños y la posterior toma de medidas. Los vecinos han dado una lección de ayuda durante la noche porque se veía el peligro».

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